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León

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Llevamos tanto tiempo metidos en Cuaresma que el Miércoles de Ceniza se ha convertido en el lunes por la mañana. Un ritual con el que siempre empieza la semana en ayuno y abstinencia, entre ruidos de carracas que se agitan para anunciar el último ERE presentado y penitentes que guardan la fila a la puerta del Inem. Un largo réquiem que se extiende por las calles, sin una esquina huérfana de alguien que se pare con un amigo para contarle que esta semana han echado a su hijo, que su cuñado se ha quedado en el paro después de 25 años en la empresa, que conoce a un paisano que facturaba 6.000 euros al mes y ahora ha perdido la casa con la que avaló el negocio, que un matrimonio de su pueblo se ha quedado a la vez sin trabajo apenas un año después de que naciera su segundo hijo, que hay más de un centenar de personas que duermen al raso en León....

La depresión vence al estado de ánimo inoculada en las conversaciones y diluida en las noticias de los escándalos políticos. El caldo de cultivo en el que emergen los monaguillos aupados al poder, convertidos en sermoneadores para proclamar que la salvación está en los recortes, en el arrepentimiento, en el renegar del estado del bienestar, en la renuncia a los derechos laborales para que no se pierdan los beneficios empresariales. La vuelta al escenario de los estraperlistas que hicieron fortuna con el hambre del resto, pero en versión moderna reinterpretada por consejeros y mandos de la Caja, por empresarios que cambian de nicho de negocio después de dejar tras de sí un rastro de pequeños autónomos quebrados, por patronos mineros que ya se preparan para el siguiente botín, por políticos que se convierten en más necesarios que nunca a fuerza de desnivelar balanzas en los escasos contratos de las administraciones. Los mismos que no hace siquiera cinco años, cuando la barra libre era menú del día, repartían las cartas e invitaban a rondas con el dinero público. Al víacrucis le faltan todavía muchas estaciones que atravesar para que sea Pascua florida.

Calvarios cotidianos que harán aún más insoportable este clima, despidos que multiplicarán las carpetas acumuladas en los juzgados de lo social, conversaciones en la barra de bar en las que se cuente que cada vez hay más gente que va a los comedores de caridad. Artículos como éste, que no deberían leerse sin Prozac.

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