Cerrar
León

Creado:

Actualizado:

El alcalde de Villaquilambre, Manuel García, ha calificado de «esperpento» el proyecto de su antecesor para construir en la localidad un campo de hockey de césped artificial. ¿Quiénes iban a practicarlo? A mí no me miren, ignoro si se juega con palo, raqueta o jabalina. El césped artificial lleva cinco años en un almacén y todo apunta a que ya no sirve ni siquiera como pasto para vacas zombis. Comprarlo y traerlo desde Cataluña costó en su día 110.000 euros. ¿Mucho, poco, regular? Para contestar tendría que conocer a alguien que lo practicase y no se me ocurre nadie, ni siquiera mi amigo aficionado a los deportes raros, incluido la lucha con botillo. Los motivos por los que el anterior regidor se interesó por tal actividad son un misterio. Ahora, el actual equipo de gobierno prefiere invertir en fútbol base. Y la concejala del área ha declarado: «Lo cierto es que en Villaquilambre no hay afición al hockey, ni tampoco en León». Sospechamos que tampoco en Soria o en Zamora. Vamos, no parece previsible que los aficionados vayan a pedir que intervenga el Procurador del Común. El excorregidor argumenta que no se pueden valorar todos los gastos del pasado con criterios del presente, es decir, de una economía hoy en crisis, pero lo cierto que la ocurrencia tenía tantas posibilidades de éxito como de que Eva Mendes me conceda una cita. Con lo baratín que es el tenis de mesa.

Esplendor en la hierba es el título de una de las mejores películas de Kazan, inspirada en célebre poema de William Wordsworth: «Aunque ya nada nos devolverá los días del esplendor sobre la hierba…». Visto lo visto, ni esplendor, ni campo de hierba artificial para jugar al hockey. Ante la duda, los clásicos: fútbol, y con hierba natural. El Lafuente Estefania de los deportes. Aunque no todos los goles son iguales.

En los pueblos se puede y se debe practicar más deportes que el dominó, pero sin caer en la Sodoma y Gomorra presupuestaria. El soldado quiere ser cabo, y éste cabo primera, pero no hay galones para todos. En el siglo XIX, Fitzcarraldo intentó construir un teatro de la ópera en medio de la selva amazónica. Fue una catástrofe. La ruina. La madre de todos los batacazos. Pero el dinero era suyo.