Diario de León
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victoria lafora
León

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El señor Bárcenas, extesorero del PP y confeso multimillonario, se ha apuntado al paro y demanda a su empresa por despido improcedente. Asegura que trabajó como asesor del PP hasta el 31 de enero de este año con un sueldo mensual de 21.300 euros, y que se enteró de su despido por los periódicos. El PP, y más concretamente su secretaria general María Dolores de Cospedal, la del «pacto de una indemnización en diferido en forma efectivamente de simulación», dice que Bárcenas concluyó sus actividades en el partido de manera absoluta en abril del 2010. ¿A quién creemos?

Esteban González Pons, vicesecretario general de Estudios y Programas, con la contundencia formal que le caracteriza, dijo a los periodistas que «el PP tiene la credibilidad que tiene y el señor Bárcenas tiene la credibilidad que tiene. Ustedes pueden elegir a quien creer».

Pregunta: ¿no sería más fácil, en vez de este acopio de frases enrevesadas, supuestamente rotundas y casi siempre ambiguas, mostrar de una vez por todas el documento que acredite el cese del tesorero, o sea, el finiquito? Un documento firmado por las partes, tan común en un país como el nuestro donde proliferan los despidos y los eres. ¿A qué viene esta ocultación, por parte del PP, de algo tan simple? ¿Existe o no existe ese documento?

Algo tremendo debe estar atenazando al PP cuando se aviene a convivir día tras día con este escándalo. Más le valdría, caiga quien caiga —como dijo Cospedal— afrontar la situación, contar a los españoles la verdad y terminar con esta tragicomedia. Finiquitar.

Y, hablando de finiquitar, también el PSOE debería plantearse muy seriamente qué hacer con su partido hermano en Cataluña, el PSC, cada día más díscolo e indisciplinado. ¿Merece el esfuerzo mantenerse en la yunta con alguien que demuestra permanentemente que quiere caminar por otros derroteros, sembrar tierras distintas? ¿No sería más lógica una separación amistosa, que propiciase encuentros puntuales pero impidiese contaminaciones mutuas? Porque la postura del PSC puede ser muy digna y muy acorde con su estrategia en la comunidad catalana y con su programa electoral, pero no puede deformar la identidad del partido matriz, sobre todo, incumpliendo una vez y otra los acuerdos básicos?

Quizá fuera ésta una buena oportunidad para acometer esa catarsis y esos cambios profundos que tanto necesita la política en nuestro país. Sobre todo la de los dos principales partidos.

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