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EDITORIAL

Un Papa llegado «del fin del mundo» y de una edad elevada para afrontar tanto reto

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Francisco I ya es el pontífice 266 de la Iglesia católica e hizo bueno lo de que los cónclaves siempre devuelven cardenales a los que entran como «papables». Jorge Mario Bergoglio sorprende por su elevada edad frente a lo que se había barajado aunque no tanto por su procedencia americana y en concreto de la parte sur del continente, donde en estos momentos están situados más del 40% de los católicos del Planeta.

Desde el sorprendente anuncio de hace un mes de Benedicto XVI de que había optado por retirarse, se había barajado constantemente la opción de un papa joven para poder afrontar una reforma en profundidad de la Iglesia católica, que es reclamada desde los más variados frentes por todo tipo de motivos. La elección del cardenal argentino, como él mismo bromeó llegado «desde el fin del mundo», plantea serios interrogantes sobre su capacidad para reformar aspectos como la curia o la capacidad de la iglesia de recuperar el mucho terreno perdido especialmente en Europa. Y es que por su edad no es previsible un pontificado especialmente largo como sí ocurrió en el caso del polaco Juan Pablo II aunque puede suponer una variación importante en algunos aspectos por su procedencia geográfica (Argentina) y de formación (pertenece a la Compañía de Jesús).

Precisamente ese dato es realmente llamativo ya que Bergoglio es el primer papa jesuita de la historia, una singularidad curiosa por los enfrentamientos históricos que han existido entre la Compañía y los diferentes pontífices, y por la posibilidad de que pueda generar cambios en aspectos que no serían esperados nunca en un europeo con otro tipo de formación más próxima a la ortodoxia vaticana.

De momento su gran reto será responder a las importantes expectativas que ha conseguido levantar en todo el mundo durante los últimos días. Resulta sorprendente hasta qué punto ha sido seguido con audiencias millonarias en todos los medios de comunicacióin todo el proceso desde que Benedicto XVI anunció su renuncia en febrero hasta que ayer se asomó el cardenal Bergoglio para saludar desde el balcón central del Vaticano. Esa capacidad para atraer la atención ciudadana supone todo un reto para la Iglesia y para su nuevo pontífice que deberá plantearse si el objetivo de conseguir mantener la fidelidad de los católicos es factible sin que se produzca una profunda renovación en el catolicismo.

De momento la Iglesia católica sí ha conseguido sorprender con esta elección papal aunque se verdad que su nombre sonó como el finalista frente a Ratzinger en el 2005. Ahora por su edad y por la fuerte personalidad de otros candidatos había permanecido en un anonimato que se rompió ayer pasadas las ocho de la tarde cuando se asomó al balcón del Vaticano.

«Hermandad, amor y confianza recíproca». Esas fueron las palabras de su primer mensaje en el que sorprendió al ser él el que pidió al pueblo su bendición. Todo un gesto para un pontificado sobre el que hay muchas expectativas.

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