LA 5.ª ESQUINA
Los vilanos de cada primavera
Un año más vendrán los vilanos con la ligera brisa que los hace vagar sin descanso y en abril ya estarán las choperas cubiertas por su manto algodonoso que semeja una nevada tardía de primavera. Lo curioso de esas pelusas es que carecen de valor, pues las semillas que llevan en su interior son estériles ya que el chopo se reproduce por las raíces. Pero los vilanos sirven para dejar volar los recuerdos de miles de historias, como aquella que nos contó Federico Fellini en Amarcord . Unos poéticos copos primaverales que el viento alborotaba sobre las cabezas de los curiosos habitantes de Rímini que, al final de la película, ven marchar a su bella Gradisca, mientras la triste melodía de un acordeón suena interpretada por aquel ciego que se defiende a patada limpia de las bromas de los muchachos.
Yo soy de Ponferrada, como los vilanos que llegan cada primavera de las múltiples choperas del Bierzo; porque los afectos a los escenarios de la existencia no los ponen en tela de juicio las noticias de la televisión o los periódicos. La geografía emocional está al margen de los avatares de la política, de las fluctuaciones de la economía o de rumores y chascarrillos de cantamañanas y predicadores de onda corta. De una ciudad no se reniega, porque sería como destruir la memoria de los lugares donde hemos jugado de niños, donde nos dimos el primer beso o en la que aprendimos los valores de pertenencia a una comunidad.
Yo soy de Ponferrada, aunque haya una moción de censura o nos pongan en venta como algunas aldeas en Galicia; aunque se construya un puente encima de la central térmica de MSP (hoy Museo Nacional de la Energía) o incluso aunque alguien planifique un engendro urbanístico como la Rosaleda. A pesar de las derrotas cotidianas, las calles de Ponferrada, serán siempre mis calles; sus gentes mis paisanos y su historia, la mía; porque aquí nací y porque, con toda probabilidad, quedaré sepultado para siempre en ella, bajo los vilanos de cada primavera.
Y soy de Ponferrada, porque esta ciudad merece una nueva oportunidad, otra más y las que sean necesarias, para engendrarse de sus cenizas, aunque sería aconsejable no caer en los mismos errores. Habrá que mirar al campo, que este año se ha convertido para nuestra provincia en un rico yacimiento de empleo, con la incorporación de un millar de jóvenes. O en lo que sea, pero con rabia y con ideas, que diría Machado.
Yo siempre seré de Ponferrada, porque desde niño compré en Llarena las zapatillas con las que me acuesto para soñar que vivo en la mejor ciudad del mundo, donde los vilanos vuelven infatigables cada primavera… Había que hacer algo.