Diario de León

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Menos para algunos cortesanos mediáticos empeñados en hacer ver como que no se dan cuenta de que el Rey está desnudo, en boca de todos está que el asunto Corinna va mal. Va mal porque está dejando mal a todos cuantos se aproximan. Deja mal, en origen, a quien dio pie a tan embarazosa compañía; deja mal a quienes en su momento no supieron o atrevieron a aconsejar que era mejor distanciarse; deja mal a quienes desde el Ministerio de Exteriores están aprendiendo a marchas forzadas el oficio de equilibrista para explicar lo inexplicable justificando lo injustificable; deja mal, también, a quienes en el anterior Gobierno conociendo el asunto no se atrevieron a establecer una línea roja, en su caso fácil de trazar, en nombre de las pretendidas esencias republicanas del PSOE. Y, en fin, también deja mal al CNI, a cuenta de la comparecencia en el Congreso de su director porque el Centro está para otros menesteres. ¡Anda que no tenemos problemas!

No olvidemos lo esencial: España tiene seis millones de parados, una deuda que nos agarrota y una losa fiscal que asfixia a las clases medias. Obligados a inmovilizar fondos para conjurar eventuales episodios de pánico, los bancos apenas abren el grifo del crédito y las cajas menos aún porque el dinero procedente del rescate europeo lo destinan a taponar los destrozos de la burbuja inmobiliaria. Por lo demás, en Cataluña, el gobierno de la Generalitat mantiene su plan secesionista al tiempo que anuncia que no podrá cumplir el objetivo de déficit. En toda España, el sector sanitario está en pie de guerra contra los recortes. No hay consenso sobre los planes de Enseñanza y nunca antes y de manera transversal habíamos visto tan crispado a cuantos actores intervienen en la Administración de la Justicia.

Estos son los problemas. Los demás, incluido el asunto Corinna, habrá que asumirlo y sin ahorrar reproches porque en democracia es exigible la transparencia, pero no al precio de convertirlo en el eje de la crónica nacional. Es un asunto embarazoso pero exagerar el tamaño de la hoguera para que el humo no permita ver los verdaderos problemas es una técnica tan antigua como la costumbre de creer que a quien una vez le fue perdonado un error, le serán perdonados todos.

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