Diario de León

FRONTERIZOS

Nicolás esperando el bus

Publicado por
MIGUEL Á. VARELA
León

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Ahí estás, amigo. Sombrero, gafas negras, barba y porte de galán maduro. En un blanco y negro muy del cine que te gustaba te retrató Manuel Gómez hace unos días: esperando el último autobús.

En la foto te pareces a Fernando Rey, atento a las instrucciones del Buñuel surrealista, sordo y superlativo que debe dirigir todo esto. Te ha puesto Manolo en las redes sociales para que la gente te digamos lo mucho que te queríamos.

Ya ves que hasta en eso de las necrológicas ha cambiado mucho el cuento. El caso es que ha sido morirte y todos hemos ido a verte esperando pacientemente el bus.

Guárdanos un asiento, Nicolás. A ser posible cerca de Ángel Ruiz, para que nos podamos echar unas risas a gusto contándonos pequeñas maldades, tan propias de estas ciudades-aldea en las que sobrevivimos. Procura que no quede muy lejos del de Andrés Viloria, para que se nos contagien unos gramos de su inmensa y despistada bondad.

Nicolás, no me atrevo a llamarte compañero. Haría falta un talento que no tengo para estar a tu altura, ya no como artista sino como el brillante ejemplar de ser humano que fuiste.

Pero mientras te ibas en ese bus, te confieso, he llorado un poco: creo que más por nosotros que por ti. Al fin y al cabo tú siempre encontrarás tareas hermosas: privilegios de los alquimistas de los colores. Y seguro que te espera algún armadanzas (tranquilo, Linares, que ya va tu colega) con quien montar trapisondas en las galerías celestiales.

He llorado, te decía, un poco por nosotros, pensando en esa gente que ha hecho de la discreción su divisa, de la lucha por el trabajo fértil y bien hecho su bandera, de la sinceridad su distintivo. En esa gente ajena a las mezquindades cotidianas que se levanta temprano, cada día, para cumplir el destino de ser un poco mejores que ayer.

Admiro a los que nunca necesitan emitir sentencias, ni cocinar trapacerías morales, ni masturbarse con providencialismos doctrinales. Aprecio a los que, como tú, no se conforman con ser profesores de las rutinas artísticas y acaban convertidos en maestros sociales de la constancia y la elegancia vital.

Aunque tú, admirador del sentido común machadiano, sabías de sobra que solo la tierra en que se muere es nuestra, me has hecho pensar en esta ciudad en la que viviste, amaste y nos enseñaste. Hay en ella más gente como tú, Nicolás. Nombres que nunca salen los periódicos, caras que apenas reconocemos, manos que estrechan otras manos. Una nómina de personas por las que merece la pena estar un rato en este lado de la existencia.

Nicolás Solana ha tomado el último bus. Y nosotros te queremos, Nicolás. Te queremos como sólo los de Albacete podemos querer a la buena gente de Ponferrada que nunca tuvo necesidad de presumir de ello.

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