EL RINCÓN
Acosar es delito
Por qué hablamos de escrache —un argentinismo— sí, llamando a las cosas por su nombre, todo el mundo sabe qué es el acoso y en qué consiste la acción de acosar?
Nos pasamos de modernos, en casi todo. O de frívolos. Sobre esta moda de ir a buscar a un político a su casa para acosarlo e insultarle he leído y escuchado cosas tremendas. Quienes defienden este tipo de acciones, a todas luces ilegales, no parecen haber reparado en el antecedente histórico que traen a la memoria.
Me refiero al acoso sufrido por los ciudadanos de origen judío y los políticos comunistas y socialdemócratas en la Alemania de los primeros años treinta del siglo pasado. Acosados por las siniestras SA, la primera organización escuadrista del partido nazi. Sabemos lo que vino después.
En democracia toda reclamación tiene cauce. También las protestas y las manifestaciones.
Lo que no es democrático es la coacción, la violencia verbal, los insultos. De hecho, son o pueden ser un delito.
Quienes confunden los fines con los medios —protestar contra los desahucios o denunciar la presunta estafa de las preferentes—, pierden la razón cuando descienden al acoso de tal o cual político.
Pierden la razón y, de paso, las simpatías que podría despertar su causa. La indignación no puede canalizarse a través de las coacciones. No en un sistema democrático donde la libertad de expresión cobra sentido y cuerpo a través del pluralismo de los medios de comunicación.
El acoso, ni es democrático ni es de recibo. Quienes en los últimos meses se han puesto al frente de los piquetes de acosadores son pescadores de río revuelto. Gentes de ideología confusa. Buscar liderazgo azuzando el rencor social es repudiable porque acosar es delito. ¡Qué tiempos estos en los que hay que recordar hasta lo que es evidente!