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Publicado por
Jaime Lobo AsenjO ex senador
León

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Traten otros del Gobierno del mundo y sus monarquías mientras gobiernan mis días mantequillas y pan tierno». (Góngora).

Otra palabra muy de moda es eso del «regeneracionismo», pero como no hay nada nuevo bajo sol, esta palabra se aplica a un movimiento intelectual de siglo XIX que analiza las causas de la decadencia de España y está tomada del lenguaje médico como antónimo de corrupción. ¿Les suena? Es un movimiento que ataca la alternancia de los partidos, la falsa estabilidad del sistema, a corrupción política, así como el mal reparto geográfico. Sus representantes más genuinos fueron Joaquín Costa, Macías Picavea y Giner de los Ríos, y defendía una reforma política urgente para solucionar los problemas del país. ¿Es posible que más de 125 años nos contemplen? Parece que hemos entrado en el túnel del tiempo y nos hemos plantado en pleno siglo XIX.

Pero ¿que exige actualmente la situación general y la sociedad española? Pues prácticamente lo mismo que los regeneracionistas del XIX. Por la incapacidad y ne- gligencia de todos, gobernantes y gobernados, hemos retrocedido un largo trecho y necesitamos un montón de reformas que debieron haberse adoptado ya. Y se vuelve a plantear el refundar una vez más España pues estamos atravesando momentos de gran tribulación, por lo que no es extrañar que muchos españoles se hayan puesto a hablar de «regeneración de la democracia». Pero ¿se necesita más democracia para arreglar la democracia? Perdón por el retruecano: en mi opinión, no. Creo que no padecemos un defícit democrático, más bien padecemos una mala utilización de los recursos que la democracia ha puesto a nuestra disposición.

Parece, que el Gobierno comienza a tomarse en serio la cuestión y ha creado un grupo de trabajo sobre «regeneración democrática» y cuyo obje- tivo, parece ser, el fortalecimiento de las instituciones y cerrar espacios de corrupción en la vida política.

Hará falta coraje político ya que han de tomarse medidas drásticas, pero la situación es reservible. Se hace necesario, como primera medida, dotar al Estado de la consistencia de la que ahora carece frente a un Estado de las autonomías que cada día se muestra más inviable. Es necesario que se recuperen las competencias en Educación, Justicia, Interior y Medio Ambiente. Se impone el establecimiento del «mercado único» junto a una política fiscal homogénea; una centralización exigente de las relaciones externas con la eliminación de las llamadas «embajadas» autonómicas y de entes duplicados; racionalización del aparato administrativo y político; reforma de la administración local; la modi- ficación de la Ley Electoral; la reforma del Senado; la autofinanciacion de los partidos políticos, atronal y sindicatos, dejando en sus justos términos la figura del liberado sindical; redacción de un estatuto de los cargos públicos.

Seguramente me dejo otras medidas en el tintero pero éstas y otras conviene que se produzcan con el consenso de los dos grandes partidos. Hemos de salir de un estado de las cosas que hace que la vida parlamentaria funcione al tran-tran, con el Gobierno y la clase dirigente mirando a los tribunales y hasta la Corona parece encontrarse en un compás de espera. Todo parece un pantano en el que flota nuestra democracia. Pero no es momento de pesimismos como los del siglo XIX, tampoco para parches y ocurrencias. Hace falta vigor y sentido común. Es urgente dar pasos en la buena dirección para buscar la eficacia y la ejemplaridad al servicio del interés general.