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JOSÉ A. BALBOA DE PAZ
León

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En su libro Ética contra estética (Crítica, 1998), Amelia Valcárcel, partiendo del aforismo de Wittgenstein: «La ética y la estética son una y la misma cosa», hace un recorrido histórico sobre las relaciones entre ambas disciplinas, que hoy discurren por separado en el ámbito académico y también, frecuentemente, en la vida real. Aunque en la filosofía antigua el bien y la belleza ( kalós kai agazía ) se sintieron unidas, al menos como ideal, la autora las entiende como dos modos de conocimiento y juicio cuyos criterios no se encuentran, sino que apuntan a fines distintos. Una cosa es el bien y otra la belleza, pero aunque son distintas ética y estética pretenden dar cuenta de «de la talla verdadera de la humanidad».

Amelia Valcárcel, en tiempos profesora de Oviedo, hoy catedrática de la Uned y Consejera de Estado, ha sido nombrada recientemente presidenta de la Comisión de Garantías de la Igualdad, creada por el PSOE el pasado 9 de abril. Le acompañan en tal institución varias mujeres muy conocidas en la vida pública española por su paso por gobiernos socialistas o en tareas de responsabilidad en el partido: Purificación Causapié, Carmen Alborch, Rosa Conde, Amparo Rubiales, Paca Sahuquillo; y un hombre, el exministro Ángel Gabilondo, que como antiguo dominico debe conocer bien el tema de las relaciones entre ética y estética.

Aunque tal Comisión nació en las circunstancias del escándalo en el ayuntamiento de Ponferrada por el pacto del PSOE con Ismael Álvarez, la primera actuación que debe acometer es el nuevo caso de acoso, también de trascendencia nacional, de la agrupación socialista de Santovenia de la Valdoncina a su alcaldesa, Mireya Pigere. En una publicación local, además de calificativos machistas inaceptables, le insultan reiteradamente por ser mujer, con frases como «niña mona puesta ahí para lucirse delante de algunos machos que piensan más con la entrepierna que con la cabeza». Parece que Francisco González, tras diez años de alcalde socialista, no acepta que le pueda ganar una mujer, guapa y del PP para más inri.

No creo que ética y estética, como actitudes vitales, estén separadas; pero si hay un ámbito en el que no lo pueden estar es el de la política, lugar en el que la mujer del César no solo debe ser honrada, sino parecerlo. Frases como la trascrita no insultan a Mireya Pigere, ni son solo machistas; revelan una actitud antidemocrática. El PSOE provincial y regional ha respondido, al contrario que en el caso de Ponferrada, con rapidez. La Comisión de Garantías, por el bien de ese partido, debe actuar con contundencia, porque determinadas actitudes éticas no son aceptables; tampoco son estéticas. Si no por la moral, al menos que sea por los modales, por educación, que diría Wilde: manners before morals.