Diario de León
Publicado por
MANUEL ALCÁNTARA
León

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Ha circulado cierta alegría, fronteriza de la euforia, en los mercados, entendiendo por mercados a los que no visitamos cada día para comprar algo. Estamos contentos porque la deuda española, que no se la salta un galgo, se la puede saltar de momento el Banco de Japón y no tengamos que hacernos el haraquiri. La prima de riesgo, que es la más indeseable de nuestros parientes cercanos, ha llegado a bajar de 300 puntos básicos y hasta los que no sabemos cómo se urde ese tejido económico estamos contentísimos de que la austeridad, tan alabada en las últimas épocas, tenga sus detractores. Es, sin duda, una virtud, pero no debe ser ejercitada solo por los pobres. Quienes no tienen más remedio que ejercerla son involuntariamente santos y como no aspiramos a los altares nos conformamos con acceder a los mostradores.

Estaba yo brindando por mi glorioso amigo José Caballero Bonald con una copa de su manzanilla favorita, que no es una de las clásicas, que ya no son lo que eran aunque sigan siendo de oro asequible y se puedan beber a la altura del corazón. Conozco a Pepe Caballero desde el año 50 y siempre ha sido sereno, ecuánime y apacible. Sus furias y sus penas están por dentro y él las domina en los ratos libres que le deja su oficio de amaestrar palabras. Ahora nos vemos una vez al año, en Cádiz, y cada vez nos queda menos tiempo para vernos. Pero, a lo que iba. ¿A qué viene tanta euforia? Los pobres nos conformamos con que nos salga buena la azada, pero los más pobres no se conforman con lo que no tienen: ni un trabajo ni una herramienta.

El Tesoro ha colocado letras a tres meses a solo el 0,15%. España es el país más beneficiado de la mejora en los mercados de deuda europeos. Debemos festejarlo incluso los que no tenemos una idea muy clara de lo que puede ser el «interés del bono» y la «caída del diferencial». Nuestro vuelo sigue siendo rasante, pero hay que alegrarse de que no nos hayan cortado las alas.

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