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Publicado por
LUIS DEL VAL
León

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A medida que avanza la legislatura se hace más evidente, cada día, que la pareja económica formada por Luis de Guindos y Cristóbal Montoro resulta una extraña pareja. Y, aunque la biografía política de ambos comienza en José María Aznar, y la profesional en las aulas de la universidad, se puede decir que son bastante diferentes, y no por los diez años de edad que se llevan.

Cristóbal Montoro, que hay momentos en que parece el jefe de Simpson (el director de la contaminante planta nuclear, en la serie de dibujos animados) es menos sofisticado, incluso resulta algo rudo en ocasiones. Debe poseer una fuerte convicción monárquica, al menos en su versión medieval, porque parece convencido de que los contribuyentes aguantarán cualquier subida de impuestos hasta la extenuación, y no se rebelarán nunca.

Está logrando aniquilar la clase media a la que pertenecía, pero cuando se celebren los funerales enviará una corona raquítica debido al recorte presupuestario.

Luis de Guindos ha ido limando ese acento de pijo del barrio de Salamanca, que tanto irrita a los sindicalistas de provecho, pero a veces se le escapa, esa manera de hablar como si tuviera una patata frita en la boca que obligara a pronunciar las «eses» como si diera miedo quemarse la lengua, y no es por su fluido inglés y correcta pronunciación de la lengua de Shakespeare.

Rajoy, como le sucede a todos los jefes, parece disfrutar con la rivalidad de sus segundos. A mí, la forma de divertirse de Rajoy me es indiferente, pero comienzo a sospechar que sus trifulcas y suspicacias las pagamos a escote los de siempre.

Y, antes de ponerse campanudos y hablar de pactos, mejor sería que pactara la extraña pareja, aunque sea a costa del futuro aburrimiento de Rajoy.