CUARTO CRECIENTE
Vértigo
Al principio me indignaron. Ahora empiezan a asustarme.
El ministro del Interior ha dicho que «el aborto tiene algo que ver con ETA». Y aunque después ha rectificado en una nota, y ha negado que quisiera establecer una comparación entre las mujeres que abortan y los terroristas que matan inocentes, sus declaraciones recuerdan peligrosamente a los recientes intentos del PP por asociar el movimiento contra los desahucios con la kale borroka y con el nazismo.
Estamos retrocediendo treinta años. O más. En economía, en libertades y en derechos. Vamos camino de ser un país de camareros, que otra vez espera la llegada del turismo extranjero cada verano. Un país de pueblos envejecidos y jóvenes emigrados, como en otros tiempos. Y la provincia de León es un buen ejemplo.
Una nación de empleo precario, de economía sumergida y pensionistas que sostienen a toda la familia. O todavía peor, un país más inseguro —la pobreza siempre degrada la convivencia— con asaltos a farmacias como el que sufrió Ponferrada la semana pasada, tan parecido a los argumentos de aquellas películas de navajeros de los años ochenta. Y donde unos son más iguales que otros ante la ley.
Un país sin crédito. Por mucho que baje la prima de riesgo. Un país dócil. Colonizado. Que no pinta nada en Europa.
Un país al que se le mueren los enfermos en las listas de espera, y en el Bierzo tenemos dos casos recientes. Donde quitan las prótesis a los pacientes que no pueden pagarlas. Una nación que encierra a los inmigrantes ilegales en centros de detención. Y no se avergüenza.
Pero lo del aborto ya es demasiado. El paso atrás de la reforma de Gallardón, que sólo satisface a los sectores más rancios de la Iglesia y obligará a las mujeres a viajar otra vez al extranjero, si tienen dinero, o a poner su salud en riesgo, mete tanto miedo que empiezo a preguntarme si el día en que la mayoría de este país dio su confianza a Rajoy en las urnas —y sólo ha pasado un año y medio— no metió su voto en una máquina del tiempo. La palanca apuntaba al pasado. Pero el presidente, y eso es lo que da más vértigo, ya ha dicho que nos movemos en el rumbo correcto.