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Publicado por
JESÚS Á. COUREL
León

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Cuando una noticia trae cola, se la llama serpiente de verano o culebrón. Y si se refiere a Las Médulas, tiene que ser por fuerza de grandes dimensiones. Con motivo de la limpieza de uno de los canales romanos, asomó tímidamente la serpiente de Esculapio —cuyo nombre científico es Zamenis longissimus, que significa culebrón largo—, para dar emoción a la siempre convulsa mina del imperio. El nombre común de este reptil recuerda al dios clásico de la curación —en cuya imaginería se le ve con ella enroscada en el bastón—, por eso concluyen algunos investigadores que dicho animal se encuentra asociado a zonas donde los romanos tuvieron presencia. Son culebras elegantes, de cuerpo delgado y brillante, con una cabeza estrecha y alargada, que vive unos 25 años. Se mueve en general con parsimonia (como todo lo que atañe a este singular paraje) y en primera instancia tiende a huir, perdiéndose entre la vegetación o trepando a los árboles, aunque si se siente acosada mueve las mandíbulas y bufa. Si la coges, te arroja sus excrementos malolientes o te muerde; sin apretar, que estamos en un patrimonio de la humanidad. Y no tiene veneno porque, según los expertos, es más dócil y cariñosa que dañina. Como las gentes de los pueblos de por allí.

Esta culebra vive en el norte de la Península Ibérica, desde la cordillera Cantábrica hasta Cataluña; en zonas lluviosas, pues su existencia la pasa entre el bosque y la campiña, a menudo colgada en árboles o arbustos. También gusta de tomar el sol en los caminos y carreteras, lo que las convierte a menudo en víctimas del asfalto. Su principal fuente de alimentación son los roedores, principalmente ratas, aunque también come lagartos, huevos de aves y algunos pájaros. Su ciclo vital termina a manos del hombre o bajo las garras de aves de presa, por eso procura no darse mucho a ver. Los turistas pueden caminar tranquilos que la serpiente de Esculapio no será un culebrón de verano.

Sin embargo, sobre Las Médulas siempre hay relatos que contar. Pero este extraordinario territorio necesita menos historias y más esfuerzo colectivo para lograr una gestión turística organizada y un mejor aprovechamiento de los recursos por parte de los pueblos que conforman el Espacio Natural y Cultural. Y para eso no se necesitan grandes inversiones, pues el dinero se fue en el pasado en levantar edificios hoy cerrados por falta de ideas y de dinero para gestionarlos. Las Médulas necesitan innovación, talento, imaginación, consenso y búsqueda de la excelencia, sin lamentaciones ni golpes de pecho que nos lleven a recitar el mismo culebrón todos los veranos... Había que hacer algo.

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