Mentiras premeditadas

Además de la corrupción, uno de los orígenes profundos del desprecio que la sociedad proyecta sobre los políticos se debe a sus constantes mentiras y a la demagogia envuelta en medias verdades que son algo mucho peor que los embustes.

Mienten los del PP cuando aseguran que nada cambiará con la externalización de servicios de la Sanidad Pública, porque habrá cambios: en unos casos positivos (ahorro económico, disminución del absentismo) y, puede que en otros, negativo (aplicaciones de criterios de rentabilidad no muy acordes con la ciencia de Hipócrates).

Mienten los del PSOE e IU, cuando hablan de la privatización de la Sanidad como si se fueran a vender los hospitales con los enfermos dentro, y lo hacen con malicia y demagogia, diciendo que nos va a costar más dinero.

Mienten los nacionalistas, cuando consideran que amparar el derecho de que un niño español residente en Cataluña o el Pais Vasco, pueda estudiar en la lengua oficial del Estado, es un ataque al vasco o al catalán, y mienten con insania y con el deseo malicioso de perturbar a la sociedad.

Miente el ministro Wert cuando dice que la nueva ley de Educación es absolutamente laica, porque si lo fuera, la asignatura de Religión se podía haber convertido en una Historia de las Religiones, y mienten los socialistas cuando ponen el grito en Marx porque a nadie se le va a obligar a estudiar religión.

Mienten como bellacos quienes aseguran que los exámenes son una carrera de obstáculos, cuando la vida es una carrera de obstáculos desde el día que nacemos, y mienten con alabanzas ridículas quienes exculpan al profesorado de cualquier imputación en un sistema educativo que cosecha porcentajes de fracaso escolar sonrojantes, a no ser que los culpables de lo que sucede en las aulas sean los mecánicos, los peluqueros y los notarios.

¿Por qué mienten de manera tan grosera, tan soez y tan frecuente? Porque están convencidos de que somos una recua de mansos imbéciles que les votaremos en las próximas elecciones.