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Al Gobierno de Mariano Rajoy le ha salido un nuevo jefe de la oposición. Se llama José María Aznar. El ex presidente ha dejado la puerta abierta a su posible retorno a la política y se ha colocado en la raya misma del coro planteando una enmienda a la totalidad a la política seguida por aquél a quien designo como su sucesor al frente del partido. Aznar le reprocha casi todo a Rajoy. Desde la subida de impuestos (dijo que había que bajarlos), hasta el incumplimiento de otros compromisos del programa electoral del PP; desde la falta de liderazgo (habló de languidez) hasta falta de renovación de un proyecto histórico para España. Más aún: dijo que el Estado estaba inerme frente a quienes pretenden romper la cohesión nacional. Fue menos contundente a la hora de dar su versión del embarazoso asunto de los sobresueldos que cobraban algunos dirigentes del partido.

Cualquier espectador no avisado de las circunstancias políticas que rodean al personaje, al observar y escuchar al Aznar, tranquilo pero tonante, no habría dicho que quien así hablaba y criticaba la deriva del Gobierno en todos los frentes era el presidente de honor del partido que gobierna en España. Analizando el discurso político habría concluido que o bien era el jefe de la oposición o bien un candidato a sustituir a quien ahora está al frente del PP. Descartada la primera impresión, se impone la segunda. Son muchos los que piensan que Aznar quiere volver a la primera línea de la política. Es, ya digo, la opinión mayoritaria, pero no la comparto.

No la comparto porque, pese a la contundencia con la que criticó la política y las carencias del Gobierno (la descalificación de la política fiscal de Montoro fue inmisericorde), Aznar sabe mejor que nadie que quien controla el partido es Rajoy, sabe, también, que los barones emergentes (Feijóo, Bauzá, Fabra, Monago,) junto con Cospedal, la secretaria general, a quien deben el cargo y a quien se deben es a Rajoy. En el hipotético escenario de una operación de sustitución en el liderazgo del partido (como ocurrió en el Reino Unido con Thatcher), Aznar sabe que sólo podría contar con el apoyo de Esperanza Aguirre y, tal vez, de Javier Arenas, dirigente andaluz hoy por hoy perdido en la polvareda, a la manera como le ocurrió a don Rodrigo. Conociendo el talante de Rajoy, es muy probable que ni siquiera se dé por aludido y despache este asunto diciendo que no va a entrar en polémicas y que para él todas las opiniones son respetables. Al tiempo.

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