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Publicado por
ERNESTO ESCAPA
León

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Con el equipaje de un nuevo libro, que agrupa tensiones de este tiempo convulso, Miguel Velayos (1978) regresa a los Ancares para ofrecer la confidencia de sus versos dramatizados. Esta noche, en la Casa das Gentes de Balboa, los poemas de Política sesions (2013) acomodan su pulso a la pauta kafkiana del Informe para una Academia . Digo confidencia, pero no quiero restar un ápice de desgarro a estos poemas brotados de un momento en el que, como nos advirtió Gonzalo Rojas, «todo es Sur en el mundo». La poesía de Miguel Velayos destila autenticidad y entronca con una trayectoria literaria en la que el destino de los proscritos es protagonista. Sin concesiones. Como proclama uno de sus versos, «somos hijos bastardos de las dudas» y en esa tesitura no cabe ninguna certidumbre. Por eso, la reflexión o el tono elegíaco arropan el golpeo de los poemas más contundentes y rotundos.

Yo descubrí a Miguel Velayos en el certamen de Jóvenes Creadores y enseguida tuve su confirmación de escritor con la novela Hacia el Sur de las aguas peligrosas (2002), que aborda el drama de dolor, soledad y desamparo del Estrecho en un relato donde conviven la evocación que hace el protagonista de su universo originario de Gredos, los sucesos hirientes de aquella encrucijada atroz y una historia de amor deslumbrante. Javier Barea, el protagonista de la novela, lleva en sus pupilas el rastro luminoso de su ciudad amurallada y el imán de Gredos. Ahora, en este poemario que es el quinto de sus libros de versos, reencuentro de nuevo aquel drama en «Las cifras del Sur», que apunta en nota a pie de página la estimación de más de veinte mil muertos en la tragedia interminable del Estrecho. Otro poema, Profesor en la cárcel (espacio docente de Miguel Velayos) nos recuerda que «las vocaciones tienen su condena». Siendo la suya una poesía comprometida, en ningún momento pierde la exigencia estética ni incurre en recursos fáciles. En ese sentido, se muestra coherente con el magisterio de Blas de Otero, cuyo premio obtuvo con Esquelas de Madrid (2003).

«La mosca es la sortija del pobre», escribió Ramón Gómez de la Serna en el espejo de una de sus greguerías, y Velayos incorpora ese resplandor al ritmo trepidante de sus versos, que muestran «el dorso más frío del dolor». La parte más turbadora del libro es su conciencia de orfandad personal y colectiva, la complicidad con Margarit, el poeta y arquitecto del anillo olímpico de Montjuich, cuando evoca el verano bélico de Ávila, cuyo cielo surcaban las balas negras de las golondrinas. Los nombres escritos en la muralla, las herramientas de la sangre: el padre abatido por el terror. Que alguien pida al poeta en Balboa la lectura final de ese himno de la desolación que es Por Europa .