LA GAVETA
Mil Deportivas
Mil Deportivas han vuelto. Sin salir de la ciudad se habían escondido, algunas muy lejos. Estaban en el olvido, en algunos periódicos viejos. Otras perduraban en el recuerdo de unos pocos centenares de ponferradinos. Pero todas han vuelto en esta liga.
Cada una de ellas es un mundo y todos esos mundos hoy vienen al Toralín, y se sientan en la grada. Hoy, en el partido más importante del año, aunque no de la Deportiva. Pero que puede y debe ser la puerta a los encuentros más cruciales y fantásticos: los del play-off de ascenso a primera.
Hoy en el Toralín está la Deportiva remota, la de hace noventa años. Aquellos paisanos que se ven en las fotos, con la camiseta con grandes franjas oscuras, sobre el campo de Santa Marta aún sin gradas. Esa Ponferradina heroica está en un palco de tribuna.
En el estadio también la Ponfe del franquismo, la de la gloria que nunca se alcanzaba. La que iba a subir y no podía. Por un árbitro maldito frente al Baracaldo o porque faltaba un poco de suerte ante el Langreo. Y también en el Toralín el equipo modesto de los setenta, el que llevó muy mal dejar Santa Marta para realquilarse en el destartalado Fuentesnuevas.
Está la Deportiva sufriente y con altibajos de los ochenta y noventa, cuando parecía que la zona pobre de tercera era nuestro destino. Triste acabarse de los sueños, oscura resignación para un club que aunque obrero, siempre tuvo una punta aristocrática.
Está en el Toralín la Deportiva del tercer milenio, la famosa. La que se rehizo en torno al nuevo campo, gran acierto que hay que reconocer a Ismael Álvarez, alcalde entonces. El que reintegró el fútbol a la cueva de la ciudad. Está en el Toralín la Ponfe conocida, la de los ascensos a segunda. Esos ascensos tienen un gran valor. Porque fueron tres en apenas seis años y es dificilísimo hacer eso. Casi imposible. Pero la Ponferradina lo hizo; es otro récord suyo.
Ascensos que prueban la voluntad de un club, de sus aficionados, su ilusión y entereza. Y aunque estamos hablando del fútbol, ese deporte es mucho más que fútbol. Por algo dijo el premio Nobel Albert Camus: «Todo cuanto sé con mayor certeza sobre la moral y las obligaciones de los hombres, se lo debo al fútbol».
El deporte no es secundario, cada vez menos. Es una metáfora de la vida y de su lucha. Y la Ponferradina es la gloria actual del Bierzo. Un equipo de jugadores que no habían triunfado, que parecía que nunca iban a ir muy lejos y que están dando una lección a toda España. Que se merecen la matrícula de honor.
Ese logro pasa por esta tarde en el Toralín. Solo vale la victoria y solo habrá victoria blanquiazul. Serenamente. Porque los humildes son serenos: lo pasaron mal durante largo tiempo. Saben esperar y saben ganar.