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León

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Hay días complicados, días en los que no se sabe muy bien de qué hablar, de qué escribir, sobre qué reposar la mirada. ¡Y mira que hay temas!, pero hay días...

Es lo peor, cuando todo se vuelve tan pantagruélico que lo extraño se convierte en normalidad. Así que, ¿de qué hablar cuando ya casi nada puede discutirse dentro de la cotidianidad?

Se habla de la educación, de las becas, del incremento de pruebas, de suspensos, de clasismo, del final de la igualdad... Se habla demasiado y se hace demasiado poco. Durante años se ha condenado a la mayoría del alumnado a la incapacidad, a la pobreza crítica, a vivir en la ignorancia, y las víctimas de esta comprensividad social tienen que habitar un mundo que resulta cada vez más complicado de comprender y, lo peor, es que toda esa modificación se ha hecho en aras de una paz social que nos ha dejado inertes, inertes para reaccionar. Ha llegado el invierno y ya no hay leña que quemar. Esa es nuestra situación. Preferimos pensar que era mejor que la educación superior estuviera al alcance de la medianía, y así, la medianía fue haciéndose cargo del país... hasta hoy.

Creamos universidades para la señorita Pepis. En cada esquina de cada calle había una. La endogamia más vergonzosa, el medre, la regalía, el enchufe y los puestos hereditarios sustituyeron al mérito. ¿Qué es hoy un catedrático? Y que nadie se salga del montón, que entonces se nota más la mediocridad. Y la investigación, la innovación, el desarrollo se catalogaron en la biblioteca de las palabras que pierden el significado a fuerza de usarse y no emplearse. Y, sin embargo, en ocasiones nos desperezamos y vemos que queda talento, mucho, aunque la apisonadora de la irrelevancia trate de camuflarlo.

Tuve un profesor en la universidad que decía que los argumentos demasiado simples suelen esconder una gran dosis de fascismo. Lo realmente triste es que vivimos en un país en el que casi todas las explicaciones (las pocas explicaciones) que intentan darnos resultan engañosamente elementales. Ni siquiera se preocupan ya por poner en marcha un sistema de representación que distraiga la atención, un artificio que nos impida reparar en el guión. Saben que no necesitan engañarnos porque ya no hay, ya no queda espacio para hacerlo. Es la medianía, la igualación. Estos son los días.

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