Diario de León
Publicado por
ALFONSO GARCÍA
León

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Las palabras tienen una carga semántica que, según su trascendencia y contexto, nos impactan más o menos. El uso, el abuso sobre todo, mitiga esa carga, a veces hasta dejarlas con muy poco contenido. Algo parecido está ocurriendo con la palabra crisis que, aunque sigue impactándonos, y de qué manera, por su perseverancia, la hemos incorporado al vivir cotidiano y ha perdido, en alguna medida, el choque conmovedor de los primeros momentos. Empezamos a convivir con ella, lo que significa que la mayor parte de los rincones a los que llega empiezan a ser conocidos y reconocidos por todos. A ser familiares. Hay parentescos, es verdad, que solo producen ansiedad.

La crisis, sin embargo, no es para todo ni para todos. No hay crisis, por ejemplo, en la creatividad en el arte, en la literatura, en la música…, sino en su producción. Y, con frecuencia, en su consumo, aunque esta última palabra tenga sus detractores en el ámbito que nos ocupa. Diría, incluso, que en el ámbito de la creatividad, la crisis la potencia, como podrá observarse en el recorrido de algunos tramos históricos. En el orden de las prioridades la cultura siempre ha tenido poco que rascar.

En el epicentro de este escenario hay excepciones muy notables. De algunas hemos hablado. De otras habrá que hablar, caso de El Albéitar, cuya oferta sigue siendo muy variada y atractiva. Hoy me quedo con la frescura del proyecto, vivo y fiel, de Camparredonda. Una fábrica de cultura que engrasa sin detenerse un equipo que lidera Gregorio Fernández Castañón. Si la memoria no me falla, a punto de cumplir quince años.

Al margen de la original calidad de sus publicaciones personales, aderezadas con múltiples detalles y guiños, cada primavera llega a las calles, como un sueño de aire fresco, la cita anual que acredita la continuidad y que, a partir de la revista inicial, se ha ido enriqueciendo: Los libros de Camparredonda, Los Cuadernos de Plata , reconocimiento cultural La Armonía de las Letras … En esta apertura e incorporación de nuevas iniciativas al Proyecto Cultural Camparredonda, siempre alentadas por el cuidado y la calidad, late la realidad de un compromiso social con la Cultura, que, alejado de afanes lucrativos como intencionalidad —hoy sería, además, un sueño disparatado—, supone un aliento de optimismo en los tiempos que corren, que son malos también para la lírica y sus adláteres. Por eso, aunque suponga un atrevimiento, es necesario felicitar a Fernández Castañón. Por la estética, los contenidos y la continuidad de su oferta, generosa. Y agradecer la cortesía de su compromiso. En esta tierra, tan remisa a gestos de reconocimiento y gratitud —en todo caso, la mayoría de los fuegos artificiales suelen también ser endogámicos—, no sobran gestos como dejar constancia pública y agradecida por esta navegación solitaria pero hermosa. Queda dicho.

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