Diario de León

HISTORIAS DEL REINO

Memoria de la humanidad

Publicado por
MARGARITA TORRES
León

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Parece que a los leoneses sólo nos dan alegrías los muertos, porque los vivos, a poco que les dejes, no paran de causar disgustos. El último la posible desaparición del Procurador del Común. Pero volvamos a los antiguos. Como todos los lectores saben, en 1188 un rey de León, Alfonso, apenas si poco más que un adolescente, tomó una decisión destinada a cambiar la historia de Europa, que es lo mismo, en aquellos y casi en estos tiempos, que decir mundial.

En medio del feudalismo más férreo, controlado por una monarquía asentada sobre nobleza y clero, o lo que es lo mismo: en los pilares del poder absoluto, con derechos de vida y muerte por parte de quienes tuvieron la gracia de nacer en cuna ilustre, en aquellos complejos siglos donde el pueblo sólo servía para pagar impuestos y trabajar, Alfonso IX de León decidió que había llegado la hora de escuchar su voz.

Y no de oírla únicamente. Sino de valorar sus opiniones, ponderarlas al mismo nivel de decisión que aquellas que le regalaban los aristócratas. En las primeras Cortes de su brillante reinado, en San Isidoro, 1188, convocó a los «ciudadanos electos». Es decir: creó el Parlamentarismo con mayúsculas.

Tema éste que los medievalistas habíamos trabajado y conocíamos, pero que, como suele ocurrir, apenas había trascendido, pues los españoles, más aun los leoneses, somos proclives a esconder la cabeza ante los logros insignes de nuestros mayores. Como si nos avergonzase haber sido el motor, durante centurias, de la historia de España.

En aquellas Cortes el rey permitió que el pueblo opinase sobre la conveniencia de hacer paces o declarar guerras, certificó derechos tan esenciales como la inviolabilidad de domicilio o las garantías procesales de todo acusado, con independencia de su origen. En fin, creó las bases sobre las que hoy se asienta el sistema parlamentario e incluso la democracia.

Gracias a la iniciativa de hombres destacados de la cultura, como nuestro galardonado Juan Pedro Aparicio, que supo intuir grandeza y futuro en aquellas Cortes de 1188, con el apoyo e las instituciones y, muy especialmente, de Rogelio Blanco, que fue director general del Libro, Archivos y Bibliotecas e hizo suya la iniciativa de proponer los Decreta de Alfonso IX como documento Memoria de la Humanidad a la Unesco, gracias a ellos y a su tesón, España se ha convertido en cuna del parlamentarismo. Cae en el olvido la vieja Carta Magna de Juan Sin Tierra, que tanta gloria y prestigio logró para Inglaterra.

Y aquí… ni un mal recuerdo para el monarca que cambió la historia para siempre. El mismo que creó la Universidad de Salamanca. La más antigua, en la actualidad, de las españolas. Un rey visionario en un tiempo complejo. Un reconocimiento que podría convertirse en revulsivo cultural, amén de económico para nuestra flagelada tierra. ¿O tendrá que volver Alfonso IX de entre los muertos para imponer cordura?

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