Diario de León

LA 5ª ESQUINA

Otra vía para el patrimonio

Publicado por
Jesús a. COUREL
León

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Nunca se imaginó el emperador Vespasiano, cuando sacó a licitación la carretera entre Astorga y Braga, que dos mil años después podían declararla patrimonio de la humanidad. Ni él ni nadie, en aquel año 79 de nuestra era, cuando máquinas, topógrafos y obreros comenzaban a trabajar en Peñicas, a las afueras de la Urbs Magnifica Augustana, como la definió Plinio «el viejo». La idea de Vespasiano, y de su hijo Tito -que fue el que la inauguró-, era establecer una vía comercial entre ambas ciudades, por un itinerario que no fuera tan duro como el de la calzada antigua que cruzaba, de Astorga al Bierzo, por Foncebadón. Datos que conocemos gracias al Itinerario de Antonino, completo estudio de las vías romanas escrito cuando gobernaba Caracalla, en una época escasa en recursos, con corrupción generalizada en todos los ámbitos de la administración y constante amenaza exterior. Gracias a sus descripciones conocemos la importancia que daban los romanos al transporte terrestre, con más de cien mil kilómetros construidos que unían Roma con todos los que iban a ser «civilizados».

El valor de aquella globalización, renovada eficazmente por los imperios merece reconocimiento universal. Por aquella calzada romana transitaron nuestros primeros hombres ilustres, como Cayo Valerio Arabino, nacido en Cacabelos, que acabó siendo sacerdote en Roma y por toda la Hispania Citerior. Y discurrió, seis siglos después, la vida de san Fructuoso, el gran monje del mundo visigodo, cuya importancia y legado permanecen en la memoria colectiva y no solo porque viviera haciendo duras penitencias y alimentándose frugalmente, como tantos seres humanos en todas las épocas. Además, sobre esta importante red viaria, diseñó el ingeniero francés Carlos Lemaur parte de su Camino Real a Galicia, con talento y sentido innovador, en una época en que la Ilustración se imponía a duras penas en el país, poco dado a incorporar experiencias de este tipo.

A los miembros de Unesco, que reconocen y declaran patrimonios de la humanidad, les quedan muchas horas de afanes para la provincia de León, no solo por el excelente patrimonio histórico y artístico que atesoramos, sino por el singular legado inmaterial que hemos heredado de nuestros antepasados. Alcanzar el reconocimiento de ser cuna del parlamentarismo, abre la puerta para premiar los concejos abiertos o los filandones como ejemplos de convivencia, donde palabra y respeto son retrato fiel de nuestra esencia, aunque a veces algo desenfocada. No solo debemos aspirar a títulos honoríficos, sino perseverar en la vía del diálogo como el mejor patrimonio... Había que hacer algo.

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