Diario de León
Publicado por
JAVIER TOMÉ
León

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E s sorprendente que Dios permita ciertas cosas. Como la subida del precio del tabaco, por poner un ejemplo. Desde hace unos años para acá, las matemáticas puras y duras gobiernan todos los aspectos de nuestras vidas, especialmente condicionadas por el eterno purgatorio que son los impuestos. La cantinela gubernamental nos recomienda austeridad, penitencia y misticismo, algo complicado de asumir para el gremio de fumadores, unos apestados sociales que estamos padeciendo lo nuestro debido al Waterloo financiero que nos sacude con toda crudeza. Pero los adictos al tabaco, esa infernal caldera de tentaciones, practicamos un estoicismo resignado pues ya dijo el gran Sandro Pertini que de los fumadores se puede aprender tolerancia, ya que no conocía a uno solo que se quejara de los no fumadores. No es necesario ser Einstein para entender que la lista de cabreos ciudadanos es interminable, y se incrementa día tras día pese a que la gente de a pie pedimos tregua recaudatoria, pero lo que nos dan en realidad es tralla. El dulce Montoro, ese gran estadista de sonrisa conejil, ha anunciado un nuevo incremento en los impuestos sobre el fumeque, lo que ha provocado una invasión de los estancos en buscas de gangas. El asunto, al parecer, tiene otra lectura. A decir de mi amigo Ramiro, propietario del clásico estanco de la plaza de La Inmaculada, la cosa no es tan fea como la pintan, ya que la subida de impuestos no es inmediata ni tampoco debería recaer sobre el consumidor. Otra cosa es lo que hagan las compañías tabaqueras, pues corresponde a la de más ventas mover ficha y subir o no sus productos, arrastrando a la competencia por sendas similares. En definitiva, el malo de la película no es necesariamente Montoro, sino el holding tabaquero que aprovecha el turbión para imponernos su ley. Que el Señor se lo tenga en cuenta.

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