Diario de León

Publicado por
Oscar M. Prieto escritor
León

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Que al poder le gusta escuchar, estar al tanto de lo que traman sus gobernados, es algo que va en la doble hélice genética de los gobiernos. Ni siquiera debe atribuirse al pernicioso vicio del cotilleo y hasta es concebible que el único interés que lleva a los gobiernos a poner los oídos sea la seguridad. Aunque llegados aquí, ya no tengo tan claro si se refiere a la seguridad del príncipe que detenta el poder o a la de sus súbditos . Habrá de todo, supongo, pero si me obligan a elegir… Es por esto, por ser tan antiguo como el mundo, que me sorprende el revuelo que se ha montado por las revelaciones que han hecho los periódicos The Washington Post y The Guardian, que yo me desayuno en El País y que se podrían resumir así:

«La Agencia de Seguridad Nacional (NSA) y el FBI han tenido acceso directo y de manera secreta a los servidores de gigantes tecnológicos como Microsoft, Google, Apple o Facebook desde los que han obtenido datos de sus usuarios que les permiten analizar y controlar sus movimientos y contactos […] Todas las compañías cooperaron de manera consciente en esta iniciativa que se lleva desarrollando desde 2007 […] El programa secreto fue bautizado como PRISM y permite a la NSA recopilar el contenido de los correos electrónicos, de los archivos enviados o de las conversaciones de chat, audios, vídeos y fotografías».

Hay que reconocer que no le faltaba ingenio a quien eligió el nombre del programa secreto: PRISM. En este mundo traidor nada es verdad ni es mentira, todo es según el color del prisma con que lo miras.

Decía unas líneas más arriba que este interés por estar al corriente de lo que se dice o se escribe es tan antiguo como el mundo. Dionisio, tirano de Siracusa, en el año 413 adC. encerró en las canteras de la ciudad a los prisioneros atenienses para obligarles a trabajar la piedra. Por suerte para él –pues es bien sabido de todos que de los prisioneros uno nunca se puede fiar, ya que siempre andan tramando planes de fuga o conspiraciones-, en aquellas canteras de piedra caliza se formaban cuevas, algunas naturales, con unas condiciones acústicas que, según cuenta la leyenda, le permitían estar al tanto de todos los planes y conjuras contra él. Por suerte para él y para desgracia de sus prisioneros, pues antes de que tuvieran tiempo de llevarlos a cabo eran torturados y ejecutados. Muchos siglos después, sería Caravaggio –para mí uno de los pintores más geniales que jamás han existido- quien le daría nombre a una de estas cavernas a la más famosa: «La oreja de Dionisio». Y con este nombre se la conoce hasta el día de hoy.

Y ahora el debate se centra en decidir, si Snowden, quien a revelado este espionaje masivo por parte de los Estados Unidos, es un héroe o un criminal. Apuesto a que no pasará mucho tiempo para lleven al cine su peripecia y entonces descubriremos el veredicto, si héroe o traidor.

El poder escucha y nosotros hablamos demasiado, pues si es difícil descubrir un secreto, es mucho más difícil guardarlo. Pero como de todo debemos intentar extraer lo positivo, daría por bueno que los gobiernos de este mundo nuestro se dedicaran a espiarnos, a meter las narices en nuestros correos electrónicos, a tomar nota de las fotografías que colgamos en facebook, si esta imperdonable (y también comprensible, si queremos comprender la esencia inevitable del poder) intromisión en nuestras privadas vidas, nos sirviera para recuperar la preciosa y milenaria costumbre de escribirnos cartas. Escribir y recibir cartas es una de esas actividades que nos hace más humanos, aunque por desgracia esté en riesgo de extinción. Decía Pessoa que todas las cartas de amor son ridículas, pero que más ridículos son los que nunca han escrito cartas de amor. Y, hablando de amor, en el peor de los casos, siempre es agradable saber que alguien nos escucha.

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