HOJAS DE CHOPO
Santa Lucía, solidaridad
Santa Lucía de Gordón está en fiestas, ojalá felices. Supongo que, desgraciadamente, vibra en el ambiente una gran pérdida: cesan las actividades del colegio de las monjas, después de una trayectoria de 55 años. La influencia social del centro ha marcado la vida de esta comarca. Y es lo que queda, fuera de toda duda. Me temo, y no sé con exactitud en qué punto se encuentra la cuestión, que el colegio de Maristas corra suerte parecida. Consumado el primer caso, propongo a quien corresponda algunas consideraciones respecto al segundo, a sabiendas de que hoy me tiembla la objetividad que persigo, por tratarse del pueblo de mi nacimiento y amores. Primera. Si la política carece de alma y sólo tiene una mirada economicista de la realidad, estamos perdidos. Además de que este centro ha sido vivero histórico de uno de los referentes porcentuales más altos de universitarios españoles, hoy tiene, además, una proyección social de considerable envergadura sobre la escasa y envejecida población de la zona. No estamos hablando, por tanto, de dispendios, sino de inversión social, al tiempo que en otros puntos se presentan solicitudes de convenios para centros ni siquiera construidos. Segunda. La reciente supresión de frecuencias ferroviarias hace imposible la llegada y retorno, durante la mañana, a la capital para las gestiones pertinentes. La despoblación subsiguiente se multiplica, terreno abonado para, según se cuenta ya en algunos mentideros, facilitar la explotación de minerales que, en esta y otras zonas, esperan debajo del carbón: oro, grafeno, tierras raras… Frenar la despoblación, objetivo tan cacareado, forma parte del ejercicio de la legitimidad.
Tercera. La incidencia social y económica de la minería en la comarca, con un futuro incierto, es mínima. Siempre se habló de los Planes Miner como búsqueda de propuestas alternativas, aunque es difícil saber cómo se gestionaron y en qué, sin ni siquiera propuestas de prioridades. A saber por dónde caminan esos dineros. Sin entenderse como solicitud de migajas, ¿no se puede sustentar la pervivencia del centro educativo en el espíritu que amparaba los Planes, ya que se trata de apuntalar la esperanza de un futuro, aunque débil?
Y cuarta. Santa Lucía estuvo siempre a la altura de un pueblo solidario, por el sentido de acogida, el sufrimiento del territorio y la alteración en su vida. Solidaridad se paga con solidaridad. No se pretende, ni mucho menos, la vuelta imposible a la época de esplendor, sino instalarse en la dignidad. Por cierto, es necesario revisar el pago del canon, simplemente para que no haya quien sólo disfrute o sólo padezca. Y es que en esa historia de la dignidad ocupa parte importante la capacidad de decisión. Esencial.