Diario de León
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victoria lafora
León

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La encuesta del CIS de julio es, como las anteriores desde hace casi un año, demoledora. No porque los dos principales partidos PP y PSOE sigan perdiendo intención de voto, sino por el pesimismo frente al futuro colectivo que refleja y el suspenso general que otorga a la clase política.

Vivimos en un país desmoralizado, escéptico y harto de sus representantes democráticamente elegidos en las urnas. Un país abrumado por la corrupción política que, en tiempos de estrecheces, no entiende como los recortes que está sufriendo se correspondan con años de despilfarro, de inversiones faraónicas y de robos permanentes al erario público al amparo de todas las administraciones.

Una sociedad que ha descubierto que la clase política, a la que creía mal pagada, ha estado cobrando sobresueldos hasta antes de ayer. Que Mariano Rajoy, cuando dijo desconocer sus emolumentos en aquel programa de televisión, no era como excusa, ya que con su sueldo oficial, los complementos, y las ayudas a vestuario, la cantidad podía resultar variable de mes a mes. En realidad no sabía cuanto cobraba.

Tal vez por eso nadie les cree. El índice de confianza en Rajoy y Rubalcaba esta por los suelos. Ni un sólo político del arco parlamentario consigue el aprobado a su gestión. Las calificaciones a los ministros son penosas.

Los ciudadanos que han podido irse de vacaciones, y esa inmensa mayoría que se ha quedado en casa por la crisis, no comparten el optimismo del Gobierno sobre el futuro económico del país.

Y tampoco comparten con la clase política su preocupación. A los políticos les preocupa el fin del bipartidismo, la posibilidad de que el Congreso de los Diputados se convierta en una atomización de siglas de difícil manejo. ¡Que lejos de la inquietud de la calle!

Decía el ex rector de la Universidad Complutense, Carlos Berzosa, que «somos un país de mucha queja y poca reivindicación, se pueden cambiar las cosas». Sólo con que no se olvide dentro de dos años lo sucedido y se acuda a las urnas con la memoria fresca se puede cambiar el futuro.

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