Diario de León

LA 5ª ESQUINA

Háblame de lo que has encontrado

Publicado por
JESÚS A. COUREL
León

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A Dominguín, músico callejero de mi infancia —que ejercía de limpiabotas en la plaza de Lazúrtegui—, le gustaba Fórmula V. En el verano que lanzaron su pegadiza Cuéntame , mi calle estaba sin asfaltar y este singular personaje la recorría con su atril y una guitarra, cuyas cuerdas aporreaba con convicción, pero sin ajustarse a escala alguna. A nadie preocupaba si había terminado los estudios de solfeo, si estaba dado de alta como autónomo del cante o si pertenecía a la sociedad de autores. Ni siquiera que cantara bien. Todos sabíamos que lo hacía por necesidad y que el dinero que caía de las ventanas, en forma de monedas chicas, era para sobrevivir. Soportaba las bromas de los chavales, bajo la máxima de aquel torero coetáneo que decía: «más cornadas da el hambre» y cantaba con su voz ronca: «Cuéntame como te ha ido, si has conocido la felicidad».

Con el paso de los años, han desaparecido de las calles muchos de aquellos personajes que pertenecían a la geografía urbana de una época en blanco y negro. Lo mismo que se han borrado de la historia local de villas, pueblos y ciudades, numerosos oficios artesanales y una forma de vida que no se rendía aún al feroz consumismo. Memorias recuperadas cada año en la feria de artesanía de Val de San Lorenzo que, un año más y ya van catorce ediciones, nos sirve para viajar a un estadio de la compleja felicidad, antes de la llegada de un desarrollo mal entendido.

A doña Concha Casado le jugó una mala pasada la megafonía en su lectura del pregón de dicha feria. Tras probar varios micrófonos con dramáticos resultados para su tensión arterial, ya que los acoplamientos producían un sonido agudo muy molesto, la etnógrafa decidió que no se entregaba a más pruebas y que haría la lectura sin ayuda de aquella lacerante tecnología. Al estar su voz muy debilitada (los años no perdonan), se invitó a los asistentes a que se acercaran para escucharla. Lo que iba a ser un acto como tantos otros, distante entre orador y público gracias a los micrófonos y altavoces, se transformó en un filandón de los de antaño.

Todos juntos, en círculo, rodeando a doña Concha y con la oreja atenta a discernir lo que susurraba su apagada voz. Y como nadie oyó nada, agradecimos que Azucena, la alcaldesa, nos leyera de nuevo dicho pregón, cuyo argumento se centraba en el riesgo de olvidar las tradiciones heredadas, no solo en relación a oficios antiguos, sino a la forma de acercarse a la ansiada felicidad. Lo cantaba Dominguín, en aquella calle sin asfaltar: «Háblame de lo que has encontrado en tu largo caminar. Cuéntame como te ha ido, si has conocido la felicidad»... Había que hacer algo.

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