Diario de León
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ángel varela
León

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Circula por la red el divertido diario íntimo del argentino recién llegado a Toronto. En su primera entrada, a principios de agosto, muestra su agrado por el paisaje apenas descubierto, dice esperar con impaciencia la nieve en las colinas y se congratula por haber dejado atrás el calor, la humedad y los mosquitos de su tierra natal.

Con la llegada del otoño expresa en el diario su entusiasmo ante la belleza del paisaje y reseña que ha visto por vez primera la hermosa estampa de un ciervo. «Canadá es el Paraíso», resume. En diciembre aparece la primera nevada y con arrebato infantil cuenta su primera batalla de nieve. A partir de ese momento, el persistente mal tiempo y el progresivo enfrentamiento con el operario de la motoniveladora, que toma por costumbre volver a arrojar a su puerta la nieve que trabajosamente ha quitado a paladas, la van enfriando la pasión inicial.

A finales de un invierno de frío y nevadas, el argentino tiene un accidente al cruzarse su coche con un ciervo en la carretera. «Los cazadores deberían haber acabado con esos bichos», escribe en su diario antes de regresar al calor, la humedad y los mosquitos de su tierra natal.

Me acordé de esta graciosa historia, que les recomiendo oigan en su versión original, escuchando las quejas de un pedáneo de Laciana en cuyo pueblo la frecuente presencia del oso ha pasado del encanto inicial al temor y el hartazgo en menos tiempo del que tardó el argentino en odiar a los ciervos y a la nieve.

Mientras la comunidad pierde tejido industrial a velocidad de vértigo, la provincia se desangra demográficamente y nuestros pueblos languidecen, la vida animal se desarrolla y especies a punto de desaparecer, como el lobo o el oso, vuelven a tomar posesión del espacio natural mientras otras, como los corzos o los jabalíes, aparecen incluso en zonas urbanizadas.

El oso ha cruzado ya la frontera sur de la provincia. El avistamiento de San Cristóbal de Valdueza el invierno pasado parece confirmarse y la acción del animal llega a comarcas zamoranas donde se daba por desaparecido desde hace un siglo. Los ataques a las colmenas a un paso del casco urbano de Páramo del Sil han sido frecuentes y estos días los vecinos de Robles y Llamas de Laciana han expresado su preocupación por la confianza con la que los animales pasean por el pueblo y los daños a la ganadería.

Sería una lástima que la impecable labor realizada en los últimos años para recuperar la población del oso se viera perjudicada por la pérdida de la complicidad vecinal. Cualquier trastorno causado por el animal debe ser solucionado con diligencia y caleridad por la administración competente. De lo contrario corremos el riesgo de pasar, como el argentino, del amor al odio.

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