Diario de León

TRIBUNA

Nueva letanía leonesa de vida y esperanza

Publicado por
José Luis Gavilanes Laso ESCRITOR
León

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Letanía, palabra de origen griego con el significado de «oración», «rogativa», «súplica», «plegaria» o «invocación», es concepto religioso. Pero también puede tener un uso profano, como nostalgia de un tiempo pasado que siempre fue mejor, o invocación para salir de una calamitosa situación. La mala fortuna se ha cebado sobre León. Lo que antaño fue reino independiente y poderoso, hogaño es territorio decadente habitado en su mayoría por indolentes carentes de empuje para ser reconocido como autonomía. Es actualmente simple provincia con tipos de semblante triste porque entierra más que alumbra, destierra más que acoge, cierra industrias y negocios, abandónanse minas, prosperan mediocres, arribistas y corruptos, contamínanse sus fuentes y sus ríos, incéndianse sus bosques…. Ante panorama tan desolador, a los leoneses sólo nos queda la palabra, conformada a base de versos sencillos y picantes, de carácter satírico y burlesco, con tono irónico y provocativo. Todo ello orientado a una crítica de la situación social, económica, cultural y medioambiental por la que atraviesa esta tierra leonesa, que nos incita a exclamar: «¡Ay, León, venga a nosotros tu reino!»

«¿De qué te vale, León, reino primero en la Historia de tener como blasón albores de democracia, si has perdido la memoria, y lo que antaño fue gloria hoy se cubre de desgracia? ¿De qué te vale, León tan relumbrante pasado si un viajero portugués de muy ilustre condición, apenas inaugurada la centuria precedente, afirmó rotundamente nada más poner el pie en la cazurra estación, que en vez de esperarle amigos, una legión de mendigos le asaltaron sin piedad, y aquel inmundo tropel le acosó por la ciudad y nunca le abandonó hasta llegar al hotel? ¿Y no denunció, también, el ilustre portugués, que es la gente de León, de forma más que evidente, de carácter indolente, reos de la explotación de usureros indecentes e individuos opresores que entorpecen la esperanza de que haya emprendedores? Y añadió la cuchufleta: tanto escándalo causaban los carros y las carretas por estrago del terreno, que no se oían los truenos al paso de las tormentas.

¿De qué te vale, León, el vicus de Puente Castro, si un vial sobre su ruina le ha de pasar por encima para no dejar ni rastro; y las gentes que lo habitan se cabrean y se irritan porque se airee su memoria que es estirpe de cultura y un atisbo de tu gloria, optando a su sepultura a que se aclare tu historia? ¿De qué te vale, León, rico acervo forestal en especies de arbolado, castaño, encina, nogal, haya, pino o robledal, si está en parte condenado al incendio intencional; y por falta de bomberos fuera de la capital, para sofocar los fuegos ha de hacerse con calderos, palangana y orinal?

¿De qué te vale, León, presumir de un aeropuerto, si ni poniendo señuelos a tus pistas vienen vuelos por haber nacido muerto? Que si tienes que montar en avión y volar, a Villanubla has de ir, pues tanto para partir como para aterrizar, La Virgen ha de cerrar por no tener porvenir ni tampoco por llegar. ¿De qué te vale, León, el teatro Emperador adquirido por Hacienda con reforma posterior, si ahora se ha puesto a la venta y no tiene comprador? Una medida feliz, mejor que ponerle ruedas, ya que de haberlo hecho así, el teatro se nos fuera pitando a Valladolid. ¿De qué te vale, León, lucir Hostal afamado, si se omite en su historial que fue tétrico penal y hoy despide al empleado, y que parte de su arte en su interior albergado haya partido expoliado en descarado dislate a un parador asturiano por la reina inaugurado y un ministro botarate, cuya más cara afición es el dar un jaque-mate al minero del carbón?

¿De qué te vale, León, de la iglesia en su interior, quien fervor y celo aúna cual oveja a su pastor, incluso abstiene y ayuna cuando lo impone el rigor, si en envites de fortuna en antro de jugador por no conseguir ninguna defeca contra el Señor? ¿De qué te vale, León, en tus aulas inventado contra el pedrisco un sistema, si lo han desestimado como buena estratagema los que en tu tierra han sembrado trigo, cebada o avena, y contra el grave problema de saberse amenazado, optan como solución el sacar en procesión sobre unas toscas peanas la santa o al santón con repique de campanas; y de comerse las uñas se haya puesto en valor por las tierras de Aragón y también en Cataluña? ¿De qué te vale, León, el jefecillo de labia para asunto intrascendente, si en materia trascendente se refugia siempre en Babia; y si huele la tostada que rezuma inconveniente, o te suelta una bobada o procura, cautamente, tener la boca cerrada? ¿De qué te vale, León, querer salir de la sima que por su mala gestión a la misma te han hundido ineptas autoridades, si te culpan que has vivido satisfecho por encima de tus posibilidades? ¿De qué te vale, León, buena moza maragata, tan amante de la plata que esposó con tesorero de político partido, apuesto camandulero y un experto en embutido rellenito de dinero, que dicen ha despertado la envidia de choriceros; si por mor de matrimonio no sabe quien ha ingerido lo obtenido como momio ganado por el marido, no fuese el mismo demonio la tentase al testimonio cómo lo había adquirido? Y que le da mucha pena que a su inocente marido se lo tengan recluido por delincuente en la trena como si fuese un bandido, siendo por todos sabido más limpio que una patena y, por tanto, sin sentido, se le imponga una condena. Maragata, maragata, si ayer metiste la pata al unirte a un tesorero, hoy no mientas y delata cómo arramplaba el dinero, para embutir los chorizos y exportar al extranjero el patrimonio que hizo, que en tu cuello luce en plata y en paradero suizo. ¿De qué te vale, León, que a esbeltísima señora y muy eficiente gestora, y por ello justamente se la vote y también se magnifique, si en la tele, una emisora, la ha tildado de cacique, en la prensa, de trincona, y en revista se la ve con mozo de compañía, jubilosa y pechugona salir de una limosina y luego en lujoso hotel sentadita en una esquina con copa de moscatel y gallo, amoroso él, y ella haciendo de gallina como de luna de miel; y se diga, sin razón, que hace bailar a su son y hasta cambiar de chaqueta, quien presuma de bragueta y sirva en la oposición? ¡Ay, León, venga a nosotros tu reino, que aquel que antaño existió y gloria mucho te dio, ahora ni sueña despierto, porque en su ser y existir es un vivo como muerto!».

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