Diario de León
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CAMINO GALLEGO
León

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Espero que no se repitan los mismos errores. Que en Poridad hayan dicho que hay demasiadas palomas en la ciudad, me da miedo. Me recuerda aquella fría madrugada de febrero del año 1977 cuando quien esto escribe, junto con el entonces director de este periódico, sorprendimos a los Bomberos, que con la escala de uno de sus camiones se habían subido al tejado de San Marcelo desde la calle Legión VII y, con una escopeta de aire comprimido, mataban a las palomas en sus propios nidos. Fueron dos sacos de palomas, los que se llevaron después a la Beneficencia, para que los ancianos allí acogidos dieran cuenta de las aves.

Hasta aquí la historia. Pero ahora, 36 años después, otra vez ha aumentado alarmantemente la población palomil y el Ayuntamiento quiere hacer algo al respecto.

Estoy de acuerdo en que las palomas proliferan cada día más y que sus escrementos causan muchos perjuicios, pero creo que hay maneras de controlarlas sin llegar al palomicidio del 77. Cierto es que estas aves han perdido el miedo al ser humano, hasta el punto de que a veces se sufre cuando vas conduciendo y las ves tan tranquilas en medio de la calle, sin inmutarse, pero en el último segundo se mueven y evitan el atropello; aunque no siempre lo consiguen y a veces se encuentra algún animal aplastado en el asfalto.

También es verdad que con el aumento de las terrazas de bares y cafeterías, las palomas y también los pajarillos están atentos y en cuanto ven que hay comida se acercan para aprovecharla. Esto se nota especialmente en las terrazas que tienen cerca algún jardín o árbol, desde el que las aves otean su posible alimento.

Pero diezmarlas de forma inhumana no es la solución, porque los pajarillos también hacen lo mismo, y con ellos es más difícil terminar porque no tienen nidos en las fachadas. Hay que pensar que estos perjuicios siempre han existido, claro que hasta no hace mucho no había abundancia de comida en las calles. Ya no es que no se les dé comida a las palomas, es que los niños (y quienes no lo son tanto) tiran al suelo o se les caen todo tipo de alimentos y allí se quedan, para pasto de palomas y pájaros.

No me parece mal que se controle a las palomas, pero no que se las mate ignominiosamente. La de San Marcelo siempre ha sido, popularmente, la plaza de las Palomas. No me la imagino sin ellas, aunque ya no esté el palomar. Les quitamos su casa, pero ellas siguen allí. Tienen derechos adquiridos.

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