Diario de León

HOJAS DE CHOPO

No se apean del coche

Publicado por
ALFONSO GARCÍA
León

Creado:

Actualizado:

En:

Hay poetas hasta en los reinos oscuros», escribió Sierra i Fabra en Parco. Y en los luminosos de la infancia, cuyas rimas afloran desde el recuerdo de la madurez que, seguramente, las reinterpreta y acomoda. En estos días del verano leonés que acentúa la presencia vecinal del retorno a los pueblos, seguramente acrecentada por la crisis, un grupo de hijos de aquella niñez perdida recordaba juegos y cantares a sus retoños, acomodados, por imperativo de vida, al sentir urbano. Reproduzco la que cantaban en aquel momento por si alguien es capaz —no es un desafío, es un juego— de transportar su música a la memoria: «El cocherito, leré,/me dijo anoche, leré,/que si quería, leré,/montar en coche, leré/.- Y yo le dije, leré,/con gran salero, leré,/no quiero coche, leré/que me mareo, leré/.- Si te mareas, leré,/a la botica, leré,/que el boticario,leré,/te dé pastillas, leré».

La madurez suele ser analista, pero socarrona, vecina del escepticismo. Constata cómo tantos no necesitan ir a la botica: no se marean después de tantos años subidos al coche o al carro, en su sentido más real, aunque el metafórico tenga mayor alcance y contenido. Hay quien, incluso, no conoce otra actividad, que ya se encargan de cambiar de vehículo: el sistema se ha ocupado de ampararlo en la prolongación de empresas y organismos paralelos y otras gaitas de parecido fuelle y sonido que lo mismo sirven para una boda que para un bautizo. Cierta mímesis camaleónica, al parecer connatural a bastantes ejemplares de esta fauna, les hace permanecer en el coche, leré. Veinte, treinta, cuarenta y algunos más años de supervivencia, con todas las bendiciones, genuflexiones y renuncias, no se sabe muy bien éstas a cuento de qué. León es un magnífico ejemplo, con listas de larga cola. A muchos no se les conoce otro itinerario, no tan duro, al parecer, por la cantidad de monaguillos que quieren seguir sus huellas. Las de montar en coche, leré.

Las tan socorridas reformas han de pasar por aquí una tijera gigante. Sobran coches y ocupantes para regalar. Gorrón y cuenta nueva. Busquen habichuelas y caldos en un ejercicio de absoluta y necesaria limpieza democrática ejemplarizante. No les pase como al patán de uno de estos coches que, aprovechando la afluencia veraniega del pueblo con el que iniciamos el relato, quiso llegar a él para que viesen su postín. Se apeó, ordenó la corbata y estiró la chaqueta para destacar los gemelos. Nadie le hizo caso. Ni los hijos de la niñez del pueblo, compartida con el recién llegado, ni sus retoños, que seguían dando vueltas a juegos y rimas. Era el testimonio silencioso de la pérdida de autoridad moral. «El cocherito, leré…».

tracking