PANORAMA
Verano de decepciones
Entre mis reflexiones veraniegas elijo Obama y primaveras árabes. Lo hago en nombre de la decepción, figura literaria de quienes han depositado ilusiones y esperanzas en una persona o en un concepto y el paso del tiempo les conduce a la convicción de su error de apreciación o simplemente de la mala suerte en el campo de los grandes o no tan grandes acontecimientos políticos.
Barack Obama me ha decepcionado, como a tantos otros, y se ha convertido en uno más de la lista de presidentes americanos que han colocado los intereses espurios de su país por encima de los grandes ideales que habían o no predicado en sus campañas electorales o al inicio de sus mandatos. Es verdad que el caso de Obama no es exactamente igual, porque hay que reconocerle un cierto hálito residual de innovación y de esperanza, aunque de ahí no pasa y creo que ya es prácticamente imposible una vuelta atrás.
Barbaridades como la supresión violenta de Bin Laden o la persecución implacable a Snowden, por no hablar de la perpetuación de Guantánamo, son ejemplos suficientes.
En cuanto a las llamadas primaveras árabes, me gustaría saber si queda algo de ellas, en el estruendo de las guerras de Siria y Egipto.
El papel de las potencias occidentales y de las organizaciones supranacionales no puede ser más desgraciado e inútil, por lo que además uno se pregunta para qué sirven tales potencias y tales organizaciones en lo que atañe a la justicia en el mundo y al funcionamiento de las estructuras internacionales.
Y en un plano muy alejado de todo ello, pero muy persistente durante las últimas semanas, la pantomima de Gibraltar, con el comportamiento interesado y errático de los poderes y la consecuente desgracia de los de siempre, en este caso los pescadores y los trabajadores españoles involucrados en este estúpido conflicto. Nueva decepción, esta vez acompañada del ridículo oportunismo de nuestro Gobierno, ávido de echar más humo a la pantalla de ídem con la que intentar desviar la atención pública del gran escándalo de la corrupción que atañe al PP, el más grave de la historia de la democracia.