Gibraltar como en Casablanca

Con frecuencia la vida se parece al cine más que el cine a nuestros asuntos. Bien, seamos serios, estoy diciendo una tontería: el cine es la vida misma. Que toda la vida es cine y los sueños cine son, creo que cantaba hace unos años Aute. Quizá recuerden la película Casablanca, aquella cinta en la que nos enamoramos de Ingrid Bergman y aprendimos de Humphrey Bogart a sacar con destreza de la cajetilla un cigarrillo rubio sin boquilla. Quizá recuerden también al capitán Renault encarnado en Claude Rains, un tipo cínico mayúsculo dispuesto a alquilar su alma, que no a venderla, al mejor postor. Hay un momento en la cinta en la que el jefe de la policía francesa y por lo tanto de la colonia se ve obligado a cerrar el café de Rick porque acaba de de enterarse que ahí se juega. En realidad el prefecto lleva meses cobrando comisiones del juego, pero ha de hacer que hace ante la presión del nazi.

Fue ver Casablanca, llegar a esta escena que bordó Claude Rains y pensar en Gibraltar y en nuestro Gobierno. ¡Anda, pero si ahí hay contrabando y dinero negro; anda, pero si es un paraíso fiscal! No hay tal descubrimiento, siempre fue así, lo que no quiere decir que deba seguir siéndolo. Estaré con el ministro Margallo cuando acabe la polémica y veamos lo conseguido.

Tantas veces hemos abierto la boca y nos la callaron; tantas sacamos pecho y lo metimos, que uno sospecha. ¿Cuánto durará la tensión? Quién lo sabe. Por de pronto el Gobierno se ha ahorrado con Gibraltar unas cuantas portadas que llevaban la cara de Bárcenas. Ha valido para agosto, pero la estrategia de comunicación, si es que no es una casualidad, ha salido bien. En realidad ya no queda mucha gasolina con un asunto en el que la mitad de los españoles no tiene memoria de agravios y no sienten ninguna emoción, y mucho menos una borrachera patriótica que le lleve a aquellos gritos casposos y desaforados de «Gibraltar español, Gibraltar español».

Si tenemos, por fin, una política seria sobre la Roca habrá que demostrarlo, y se demostrará manteniéndola y no siendo flor de un día para despistar a los ya muy sufridos periódicos del mes de agosto. Sí, nos hemos enterado de que en Gibraltar hay muchos malos. Y entre los malos un tonto, el ministro principal del Peñón, que ha dicho eso de que antes se helará el infierno que retirar los bloques de hormigón tirados al mar. El día que vea cómo salen del mar, que vea cómo se aplica la ley contra el contrabando y el blanqueo pensaré que más allá de una estrategia hay una idea que merece respeto.

En Casablanca una pobre novia de Rick le pregunta: «¿Te veré esta noche?». A lo que responde:» Nunca hago planes con tanta antelación».

Bueno, espero que lo de este verano sea algo más que un plan para unas cuantas noches agosteñas. O sea, política de Estado, seria y definitiva.