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Publicado por
JOSÉ A. BALBOA DE PAZ
León

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Estos días el agua del Cúa baja más turbia que de ordinario, tal vez por el estiaje del final de verano, quizá porque se limpian los riegos que desaguan en el río sin mucho control, o por alguna otra causa que desconozco. Sin embargo, la gente se sigue bañando en sus aguas sin miedo, aunque no sean muy aptas para ello; pero tampoco lo eran en otras épocas en que se lavaba carbón y los ribereños pasábamos los veranos refrescándonos en sus aguas oscuras. El Cúa, que nace en Fornela, es un río corto, de poco más de 50 kilómetros, pero de estimable caudal medio, que en su curso riega las vegas de numerosos pueblos y villas, y a cuya vera se levantaron los monasterios de Espinareda, Villabuena y Carracedo. Fue durante siglos un río molinero, como escribió el poeta Gilberto Nuñez Ursinos, cuyas aguas movieron los rodeznos y turbinas de medio centenar de molinos, varios pisones y algunas pequeñas centrales hidroeléctricas.

Desde los años treinta a los sesenta del siglo XX sus aguas claras y frescas, en la que vivía una fauna rica y diversa, se volvieron negras por lavar en ella los carbones de la cuenca de Fabero perjudicando la vida de sus sabrosas truchas, bogas y lampos. Incluso con los cielos abiertos posteriores a esa fecha, el río sufrió cambios, por la contaminación de los acuíferos, en el ph de sus aguas, que resultaron mortíferas para 750.000 truchas de la piscifactoría del Cúa, en Vega de Espinareda, aquel fatídico 28 de diciembre de 1985. Aunque los propietarios mineros y las autoridades de la Junta trataron de minimizar e incluso ocultar el hecho, achacándolo a problemas internos de la piscifactoría, el tiempo y los análisis, como escribió el geógrafo José María Redondo, darían la razón a los dueños de aquella. Fue aquel un desastre sin precedentes que ha puesto ojo avizor a muchos. No soy contrario a la utilización industrial de las aguas de los ríos siempre que no causen problemas medioambientales irreversibles. El Cúa, lo he dicho, ha sido un río con numerosos artefactos hidráulicos inocuos para sus aguas. Sin embargo, el anuncio del proyecto de utilización de las aguas de drenaje de las minas Alicia y Julia, ya abandonadas, para generar electricidad, vertiendo luego esas aguas al Cúa, me preocupa porque pueden afectar al ph de las del río. No soy ningún experto ni pretendo crear la menor alarma, pero me gustaría, ahora que tal proyecto ha salido a información pública, que los que lo sean estudien su impacto con rigor y veracidad. Si, como se dice en el mismo, las aguas se depurarán antes de verterlas al Cúa y este no sufrirá mal alguno, el proyecto sea bien venido, porque son necesarios todos los que puedan dar trabajo y riqueza a la zona; pero uno ya está muy escarmentado para ser ingenuo en estas cuestiones crematísticas que afectan al medio ambiente.

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