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caballero
León

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Bajan de los puertos las merinas con su coro de cencerros que repica en las peñas para despertar al monte. Arrastran su lento sestear alargado durante el verano de mañanas madrugadoras y tardes interminables abandonadas al paso ordinario del tiempo, sin prisas, con la guardia atenta de los mastines para arredrar al lobo y la dentellada de los careas en las patas para corregir a las descarriadas. La repetición de jornadas en las que han convertido la maraña de las árgomas y las escobas, los pastos tiernos de las camperas, en una calva mondada, bocado a bocado, con sus encías torvas. La legión impenitente que arrastra la herencia de todas las modorras parideras, los corderos lechales, los mansos vencidos y los carneros retadores que convirtieron a la montaña leonesa en una referencia de la que apenas quedan muestras para convertir en folclore, para hacer remenbranza de los tiempos en los que se desmelenaban los rebaños por las calzadas romanas que la Mesta convirtió en cañadas, con sus noventa varas de ancho y sus indulgencias de pasto.

Vienen los pastores renegridos por las solanas acumuladas, con una raíz de urz tallada a modo de faria en la esquinera de la boca, encallecidos por la brega, callados como si hubieran oído suficiente en la soledad de las noches abovedadas de estrellas, allá arriba en la collada, como para no necesitar más explicaciones. Supervivientes de un oficio que poco tiene que ver con los trashumantes a los que despedían en las vísperas del otoño sus madres ancianas como si fuera la última vez que fueran a verlos; quizá el próximo año, cuando vuelvas, ya no estaré aquí, dame un beso. Rabadanes y zagales de una raza que «perdió su libertad cuando perdió sus ganados y sus pastos», como recita el poema de Julio Llamazares. Herederos de una estirpe que hoy lucha por sobrevivir agarrada a la tierra, como les enseñaron sus padres, orgullosos de las huellas que les quedan en las manos. Extranjeros de un mercado en el que los labracanes de la PAC señoritean con sus subvenciones de salón, mientras los políticos de la Junta festejan que aumenten las peticiones de ayuda de jóvenes para incorporarse al campo como una huida a la penuria del desempleo.

Hay reunión de pastores hoy en Barrios de Luna. La tradición de la despedida de las rebaños. La canción que resuena desde hace siglos como un eco. ¿Y si fuera para siempre? Ya se van...

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