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León

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En los ayuntamientos, con cada cambio de gobierno, llegan los anuncios y denuncias sobre las facturas que están en el fondo de los cajones. Al principio la cosa tenía su aquel, pero a medida que se ha ido generalizando, lo que deja es una sensación nauseabunda porque todo apunta a que el descontrol ha sido generalizado en los consistorios no solo leoneses sino de toda España e incluso en más de una autonomía —al menos en las que se producen cambios de color político—.

La situación produce sonrojo cuando se ven las cantidades y se multiplican por 166 por aquello de que las inolvidables pesetas dan en muchas ocasiones una mejor medida de las cosas. Como ocurre cuando uno hace las cuentas de lo trincado en casos como el de Bárcenas, Urdangarín, EREs, facturas sindicales... ese largo listado en el que no hace tanto nos hablaban de que «faltaban» 50 millones de pesetas y nos llevábamos las manos a la cabeza, y ahora nos hablan de 50 millones pero de euros, lo que vienen a ser 8.320 millones de pesetas, y parece que viene a ser lo mismo.

Personalmente tengo un problema con lo de las facturas del fondo del cajón porque no termino de entenderlo. Será posible, será legal, pero me parece que existe un conflicto con las administraciones públicas si existe esa posibilidad más allá de los supuestos controles que imponen los presupuestos, los interventores, los tribunales de cuentas, los... tantos supuestos filtros que al final son ineficaces porque existen fórmulas de ingeniería financiera para mangarlas tan gordas como ha ocurrido en muchos ayuntamientos.

La autonomía de las instituciones es necesaria pero algo falla cuando uno se encuentra con un ayuntamiento en el que al aprobar el presupuesto para este año más de la mitad del dinero disponible está «gastado» ya el 1 de enero para pagar a los trabajadores. Algo ocurre cuando más de dos años después del cambio de gobiernos en los ayuntamientos las cosas incluso siguen en el aire a la espera de que se concreten cuántas facturas hay aún por los cajones...

A los ciudadanos les cuestan mucho sacrificio los impuestos y más después de las últimas oleadas que han llegado a la playa casi convertidas en tsunami. El dinero público exige rigor y menos descontrol.