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Publicado por
JAVIER TOMÉ
León

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La tropa periodística se halla en plena ebullición, ante la anunciada transición digital en los medios de comunicación. Así que el viejo oficio de ver y contar, ese mismo que García Márquez definió como el más bello del mundo, vive un momento crítico, a la espera de cambios fundamentales en lo que siempre fue una labor sagrada por su rigor, objetividad y heroica supervivencia. Intermediarios del acontecimiento, los periodistas se ocupan de una labor absolutamente básica, como es la de informar a diario acerca de la brillantez y la estupidez de la especie humana. Por ello precisamente, el periodismo se pone a prueba cada jornada, en un contraste con la realidad y con el público. Y todo ello desde el santo reducto de la redacción y las fuerzas que animan y agitan el lugar, con sus convicciones, códigos, servidumbres y leyes no escritas. De ahí la cualidad plebeya y desmesurada de un oficio que se hace preguntando. Hasta la fecha, los buenos periódicos, centenarios como este que tienen entre las manos, eran igual que grandes almacenes: uno encuentra allí lo que necesita, siempre con garantía y un marchamo de calidad cierta. Pero la tradición del periodismo como servicio público comienza a ponerse en solfa, cuestionada por individuos como Jeff Bezos, fundador de Amazon y nuevo propietario del Washington Post, una de las más respetadas y temidas cabeceras de la prensa norteamericana. Transmutado en profeta del periodismo del futuro, pronostica sin más que los medios impresos tienen los días contados, ya que no les augura más de veinte años de existencia. Además de esta visión, también tiene un plan que consiste, nada menos, que en variar el centro del negocio desde los anunciantes a los propios lectores. Veremos si tiene razón. Y mientras permaneceremos a la espera tranquilamente y leyendo el Diario de León, claro.