EL RINCÓN
Los brazos cruzados
E l desguace de España, que se estaba viendo venir, ha llegado. No se puede ignorar el clamor de Cataluña, casi unánime y siempre civilizado, porque ha sido un éxito, aunque les conduzca al fracaso. No nos quieren, eso es todo.
En el corazón no se manda, pero se oyen órdenes y hay varias generaciones educadas en el rencor, que están convencidas de que todos los demás formamos una coalición para perjudicar no solo a los que han nacido allí, sino a los que estaban. Cientos de miles había en el acto de propaganda independentista, estimulado por la Generalitat. En una cosa al menos llevan razón, aunque otras sean poco probables: «Rajoy no puede quedarse cruzado de brazos».
¿Qué hace el presidente del Gobierno con sus brazos? Los tiene ocupados en levantar del suelo el prestigio electoral que derrumbó el ‘caso Bárcenas’
Hay demasiados escombros para tan pocas escobas. ¿Cómo se limpia el solar patrio si no quedan más que patriotas autonómicos? ¿volviendo a las taifas? Predica en vano Vargas Llosa que el nacionalismo es un regreso a la tribu, pero sus argumentos serían más válidos si nos convenciera de que antes de regresar hemos salido de ella
Ahitos estamos todos de España, pero algunos han perdido la paciencia y les seguirán otros. Habrá más Diadas con distintos nombres. No será por falta de banderas, pero queda mucha tela por cortar. El sueño de la malcasada se junta con los desvelos de la peor cosida nación, cuya unidad no ha acabado de fraguar.
En vista de eso, que no se ve claro, la hemos tomado con los jueces. A algunos les acosan hasta en su casa y otros no pueden salir a la calle. Puede ser la hora de los ultras, que verán cumplidos su sueños de asaltar librerías y quemar banderas mientras gritan contra el Rey, que nos salvó de otros bestias. La reaparecida Carina ha dicho que don Juan Carlos es un «anciano que lucha por su salud».
No tan anciano, porque tiene diez años menos que yo, que sigo siendo un joven al que engaña cualquiera.