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Publicado por
cAmino gALlego
León

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El sábado se estrena el nuevo órgano de la Catedral. ¡Por fin! Han sido muchos años de lucha casi en solitario de Samuel Rubio, que han culminado en la realidad que podremos escuchar el día 21. Veintinueve años de pelear contra los molinos han desembocado en este 2013, año de crisis que, paradójicamente, es el del órgano catedralicio; algo que no se consiguió en los tiempos de bonanza y despilfarro y que ahora, cuando el agua está más arriba del cuello, a punto de ahogarnos, llega como la paloma con la rama de olivo de Noé, para anunciarnos que lo peor ya ha pasado, aunque tardará mucho en recuperarse los niveles de bienestar (?) que conocimos.

Es por ello tiempo de albricias, pero hemos de actuar con cautela. La realidad se impone, y los años venideros no serán buenos económicamente, para seguir manteniendo este Festival de Órgano que ha demostrado que sabe capear los temporales. Por eso desde aquí me atrevo a sugerir algo que en principio puede no ser aceptado, pero que con el tiempo terminará por imponerse como ha sucedido con el pago por las visitas a la Catedral.

Me refiero al increíble hecho de que el Festival de Órgano sea gratuito. Me explico. Cobrando únicamente una entrada simbólica, que podría estar en dos o tres euros, se conseguirían los mismos llenos, pero una recaudación que al final del Festival supondría una ayuda a tener en cuenta. Además eso significaría que muchas de las personas que acuden al Festival, pero no lo hacen por afición ni por ganas, sino simplemente porque es gratis y en la Pulchra hace menos frío que en la calle, no ocuparían una silla durante un rato hasta que se cansan y en cambio podrían entrar personas a quien sí les gusta la música y que aprovecharían la ocasión para deleitar su oído al tiempo que sus ojos contemplan el interior del templo. No habría tanto trasiego de entrar y salir, ni ruidos o cuchicheos, porque los espectadores tendrían un interés común, por encima de pasar el rato.

La cultura no puede ser gratis, porque en ese caso no se le da importancia. Un precio asequible echa para atrás al que no está convencido y no desanima al aficionado. Y, además, también se podría dejar pasar a los amigos de la Catedral, que tienen su tarjeta anual para contemplar la Pulchra, aunque casi nunca la utilicen. Aquí dejo la idea antes del estreno.