Diario de León

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Del buzón salió un ratón. Por razones opuestas, la respuesta de Mariano Rajoy a la carta que le remitió Artur Mas el pasado mes de julio parece haber decepcionado a casi todos. En primer lugar al destinatario y tras él a quienes desde las antípodas a la posición del mandatario catalán esperaban que el presidente del Gobierno le leyera la cartilla constitucional. Entiendo que era mucho esperar conociendo como conocemos al ciudadano Rajoy Brey. El texto es como suele ser su verbo: correcto, pero sin especial lustre. Lenguaje de burócrata. Alejado como vive de la realidad, Artur Mas le pedía que autorizara la celebración en Cataluña de un consulta de ribetes referendarios. Nadie esperaba que Rajoy fuera a decir que sí o que lo estudiaría, pero tampoco cabía esperar una respuesta tan laxa. El Presidente se define como una persona que siempre ha estado comprometido con el diálogo «como forma de resolver las diferencias políticas o de cualquier otra índole», pero en la carta no dice sobre qué se puede dialogar. Parece lógico que le recuerde a Mas que hay que respetar el marco jurídico que emana de la Constitución, pero de puro ingenuo, el emplazamiento para que se comporte de manera leal, constitucionalmente leal, se torna patético. Ya conocemos la respuesta a la carta. Por boca de Homs, portavoz de la «Generalitat» y «alter ego» de Mas. Acuse de recibo, aceptan el diálogo..., pero siguen adelante con su plan, decididos a convocar la consulta en 2014. Tengo para mi que la respuesta de Rajoy llega tarde y, ni contenta aquellos de los suyos que reclaman mano enérgica con los «sediciosos», ni ha servido para que quienes desafían la legalidad constitucional cambien de hoja de ruta. Llega tarde porque aunque Mas le remitió la carta el pasado mes de julio, en realidad, su contenido y exigencias quedaron fechadas mucho antes, en la Diada del 2012 que le hizo confundir una manifestación con un plebiscito. Como se sabe, Mas convocó elecciones y se llevó el mayor revolcón de su vida, pero con el «respirator» que le presta de ERC, sigue en el poder.

Desde entonces ha pasado un año en el que ni Rajoy ni sus ministros han ido a Cataluña a defender con brío y talento la Constitución, ni se ha intentado atraer al PSOE (Rubalcaba) para, en éste asunto, tener un discurso común. Sabemos que hay conversaciones fuera de los focos; que si García Margallo, que si Durán Lleida, que si Vilajoana, que si Moragas. Llegan tarde. Se ha perdido mucho tiempo. Ya no sirve de nada recordar que fue la estulticia política de Zapatero la que dio alas a los separatistas anticipando en una generación la escenificación del conflicto. Aquello es leche derramada. Ahora es la hora de la política con mayúscula. La que toma decisiones y asume sus consecuencias. En ése registro no parece que la carta de respuesta del presidente Rajoy a Artur Mas vaya a ser un párrafo llamado a perdurar en ésta historia cuyo desenlace tiene reservado capítulo en los libros de Historia.

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