EL RINCÓN
República federal
Qué razón podría haber para oponerse a preguntar directamente a las personas qué es lo que quieren? La única que se me ocurre es la renuencia a conocer la respuesta, aunque esa razón escondería, en realidad, otra: la sospecha fundada de que esa respuesta pudiera ser adversa a los intereses de quienes se oponen tan radicalmente a la consulta. O dicho de otro modo: ¿Qué puede temerse de la opinión y de la voluntad de los ciudadanos si, además, ese temor no podría modificar esa opinión, salvo en el sentido de hacerla más firme y más contraria a quienes pugnan por silenciarla? Por no preguntar, el Gobierno de Rajoy no quiere preguntarles a los catalanes si quieren ser preguntados, una pretensión escasamente política y nada democrática frente a un sentimiento, el de la independencia, de tanta transcendencia no sólo para quienes lo tienen, varios millones de catalanes, sino para los que, no teniéndolo, sí tienen esos otros, el democrático y el del apego a la soberanía popular, que también demandan preguntas y respuestas. La cuestión, tal y como está planteada en éstos momentos, es que una gran mayoría de los catalanes, en torno al 85%, solicita un referéndum sobre la independencia de su tierra aun sabiendo que el sí y el no pudieran salir muy igualados, lo que sugiere un alto grado de sentido participativo y una determinación mayoritaria por superar los obstáculos del fatalismo y la irracionalidad. Para mí que lo que quieren los catalanes es decidir qué hacer con sus vidas, y con las de sus hijos, en el futuro. Y con quién. Y dónde. A la mayoría de los españoles, de los europeos, de los seres humanos en su conjunto, me parece que les gustaría poder decidir lo mismo. Lamentablemente, ningún partido de los que manejan la opinión pública propone lo único que daría una similar satisfacción a quienes quieren y a quienes no quieren la independencia de Catalunya: una República Federal. El PSOE, que con tanto ocasionalismo monarquizante ya no se acuerda de ninguno de sus principios, marea la perdiz hablando de «status» cuando tendría que hablar de Estado, y de modificar la Constitución cuando habría, si se quiere federalismo articulador, que construir y promulgar otra. Y los demás partidos actúan como si a la gente ya se le hubiera preguntado y, con su respuesta, le hubiera dado la razón a cada uno de ellos.