Diario de León
Publicado por
césar gavela
León

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Hubo una época inaugural en que la comunidad de Castilla y León estuvo regida por socialistas cultos, por profesores sutiles, por abogados egregios, por gentes liberales, por patricios zamoranos. Uno de los patricios zamoranos, Demetrio Madrid, fue su primer presidente, y él simboliza ese tiempo mejor que nadie. Un tiempo que se antoja muy distante y no debería de ser así.

Él fue objeto de un ataque jurídico tramposo que le llevó a tener que dimitir, lo que fue un extraordinario gesto de honradez. No digamos ahora cuando casi todos los políticos se apalancan en sus escaños y cargos en el caso de ser imputados. Y, ojo, sabiendo como saben que muchas veces son culpables. Porque los corruptos saben que lo son, aunque digan que no y se aferren a la inmunidad parlamentaria.

Demetrio Madrid ha quedado como un ejemplo ético. Declarado inocente de las insidias que le obligaron a salir de la presidencia autonómica, no manifestó resentimiento alguno. Supo pasar página. Y eso es otro detalle de aquel tiempo, de cuando los que entraban en política no eran jovencitos ambiciosos y sin otro futuro que ponerse a las órdenes de algún gerifalte provincial para ir subiendo por la cucaña de la astucia y el servilismo. A navajazos y sonrisas.

La clase política castellana y leonesa, salvo honrosas excepciones, ha pasado de los hidalgos cívicos, muchos de ellos de origen modesto, a unas levas de burócratas sin perfil y de discurso huero que deambulan por los cada día más arruinados despachos y pasillos del poder de la meseta del Duero. También por los de la oposición.

Demetrio Madrid, junto con José Álvarez de Paz, un gran berciano que forma parte de la historia democrática de Castilla y León, han hablado en Ponferrada de estos treinta años de autonomía. De su ardua génesis, de su respetable escenario. Han hablado, y en los bordes de su memoria se instaló la nostalgia por aquel tiempo de políticos diferentes.

De personas que tenían su trabajo, su posición, su categoría profesional y que dedicaban el fruto de aquella experiencia a la labor pública. A poner en marcha la nueva España de las libertades y la esperanza. Una España que muchos indocumentados desprecian creyendo que bajo un ejército golpista y con medio país devoto de Franco se podía haber ido mucho más lejos en la transición.

Demetrio Madrid, Pepe Álvarez de Paz y tantos, tantísimos otros ciudadanos de las nueve provincias del Duero forjaron un tiempo nuevo. Ahora son pasto del olvido, pero no debemos olvidarlos. Aún tienen mucho que decir en estos tiempos de dirigentes populares que parecen salidos de un seminario maquiavélico y de líderes socialistas que parecen venir de una taberna de arrabal.

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