La rumia de los cabestros

Los consejeros de las Cajas de Ahorros que han protagonizado la ruina de nuestras entidades centenarias, se tomaban esa ocupación como unas vacaciones en el paraíso, donde les pagaban jugosas dietas, les daban créditos sin tasa ni interés, los enviaban de viaje por el mundo gratis total y además, como aguinaldo, les inundaban la casa con baúles repletos de embutidos, bebidas y toda suerte de exquisiteces. Fueron la envidia del contorno, porque lo suyo era rango.

Como nadie esperaba mucho de ellos, cuando se fue descubriendo el agujero que dejaban, tampoco pareció importar demasiado. Al fin y al cabo, las viejas Cajas llevaban tiempo que sólo servían para manejos y caprichos cada vez más peregrinos. Torres en Madrid, promociones en el Caribe, lujos insensatos o extravagantes de mucha escandalera. Así que la ruina nos dolió, pero callamos, tragamos e incluso les seguimos saludando con cara de respeto.

Ayer volví a ver imágenes con la protesta dolorida de nuestras víctimas preferentes. Gente con el daño de la decepción en la cara, que apuntaba sin dudarlo a los responsables de la estafa. Mientras, los obligados a encabezar esa rebeldía, prefieren mirar para otro lado, porque se encuentran pillados en la trampa. Partidos (con la excepción de Izquierda Unida), sindicatos, organizaciones empresariales, más toda la oronda y fofa panoplia de los órganos de vigilancia y control. Resulta tan fácil distraerse, cuando la queja viene de un tropel de innominados. Aunque sean miles.

Llegados a este punto de ignominia, hay que poner en claro un par de cosas. Primero, que los consejeros y directivos del desastre llegaron ahí como vicarios de organizaciones que dieron la cara por ellos. Así que ahora les toca pagar el recibo de sus calamidades. Eso, en lo que se refiere a la ruina de las entidades. Luego habrá que revisar la idoneidad de los nombramientos (el presidente Evaristo del Canto fue despedido cinco años antes como director general por su gestión «nefasta e incompetente» con una mochila de más de 200 millones de pesetas), así como la conducta de cada cual. Sin muecas ni paños calientes.

La consecuencia más grave es el daño causado a los ahorradores con el engaño de las preferentes. Las actas de Caja España Duero recogen la pauta del abuso. Noviembre de 2012: un consejero denuncia que su comercialización se realizó vulnerando la transparencia de normas europeas de obligado cumplimiento. Miran para otro lado, como hicieran un año antes, cuando votaron en contra de su canje por depósitos a plazo fijo. Entonces aún se podía deshacer el engaño. De hecho, parece que más de uno aprovechó la gatera para arreglar lo suyo, mientras arruinaban el esfuerzo de miles de paisanos. Para ellos son tantos como nadie.