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jaime lobo asenjo ex senador
León

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Si a los histriones de la plebe/ puedes tranquilo tolerar/ que conviertan en torpe engaño/ el esplendor de la verdad». (Rudyard Kipling)

En la actualidad, con la enorme proliferación de medios y sistemas de comunicación, vivimos inmersos en el bulo, las insidias, la calumnia, las filtraciones interesadas, la mentira o las falsas leyendas, como las muchas mentiras que los nacionalismos catalán y vasco, han institucionalizado como verdades oficiales. Siempre hemos sido un país un poco cotilla, pero ahora, el cotilleo, se ha convertido en digital, y por lo tanto en universal, ahora los nuevos cuchicheos, tienen su sede en internet. Twiter y facebook son una verbena de disparates.

Y es que es tarea sumamente fácil, la creación de un bulo, de un rumor de una falsa leyenda, si se tienen a mano instrumentos de poder y de riqueza para su difusión y toda una red de intereses creados dentro de un área de soborno, de complicidad o de sumisión, para emplearlos como instrumento en defensa de dudosos intereses, para la descarga de responsabilidades o para la simple satisfacción del ego, del odio, de la venganza o el resentimiento.

Con demasiada frecuencia, se prefiere en nuestros días, urdir un complicado tejido de falacias, a mantener la propia razón y a sostener los propios actos y creencias, muchas veces solo por el gusto de hablar, otras como digo por resentimiento, por envidia o por una congénita mezquindad, siempre se prefiere en la duda la versión más dañina.

Aceptada por múltiples razones, aun de buena fé, el bulo, la mentira, las falsedades de todo tipo, cunden y se consolidan.

En los últimos tiempos, hemos asistido, por citar alguno, al bulo del traslado del Rey a USA, para ser operado; de su inminente abdicación; de su divorcio, o de su deseo de acudir convaleciente a la cumbre de Panamá, como antes asistimos, casi a diario al «inminente e inapelable» rescate de nuestra economía por la UE, o la caída de Rajoy. El periodismo histriónico y los cenáculos más o menos políticos, intentan siempre vender un ejemplar más o pasar por los más enterados del patio. Todo tipo de conjeturas están siempre avaladas, no faltaba más, por unas supuestas fuentes infalibles (de buena tinta, se dice), que alimentan expectativas morbosas, y los móviles de toda especie (iPAD, WhatsAp) no dejan de sonar, ya que lo que sea, de «hoy no pasa», dice el cospicuo de turno.

¿Quién en estos días que vivimos no siente la angustia y el desaliento que produce la sensación de impotencia ante un mundo de mentiras?

Mentiras que tergiversan hechos históricos, que condenan a pueblos enteros, que infaman a personas con honor y con ideal o exaltan a los que no lo tienen. Ante una situación así, es mi opinión que debemos intentar destruir el bulo, la infamia, la calumnia o la manipulación y procurar por los medios a nuestro alcance, restablecer la verdad, pues a la mentira y a la tergiversación sólo se les puede combatir con la verdad y con una horada sinceridad, en esta hora turbia que el mundo vive.

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