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TRIBUNA

¿Por qué España no volverá a ganar un Nobel en ciencia?

Publicado por
ÁNGELA BERNARDO divulgadora científica
León

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Estos días se daban a conocer los nombres de los galardonados con el Premio Nobel en varias áreas de investigación. Salvo en el caso de la Física, donde todas las quinielas apuntaban a Peter Higgs y François Englert, la decisión de la Academia sueca esquivó las apuestas iniciales.

El Nobel de Medicina de este año se lo llevaron tres científicos (Rothman, Schekman y Südhof) por sus estudios del tráfico vesicular en nuestras células. Por su parte, la Academia honraría a tres investigadores (Karplus, Levitt y Warshel) por sus contribuciones en química teórica y computacional.

Un año más, entre los premiados no se encuentra ningún científico español. Lamentablemente, tampoco los habrá en el futuro. La tímida apuesta por la I+D realizada en el pasado se diluye ahora entre vagas promesas y durísimos recortes.

En nuestro ADN parece grabado a fuego el «¡Que inventen ellos!» de Unamuno. Y es que por mucho que el ministro Luis de Guindos repitiera hace semanas que «el Gobierno aumentaría su inversión en investigación», la realidad ha pegado un nuevo bofetón a la maltrecha comunidad científica española.

A finales de septiembre se presentaba el Proyecto de Ley sobre los Presupuestos Generales del Estado (PGE) para 2014. Su difusión suponía un jarro de agua fría (otro más) para todos aquellos que vemos en la I+D la puerta para salir de la crisis y apostar por nuestra innovación y competitividad.

No podemos negarle a De Guindos que no dijera la verdad. Pero la prometedora subida en la inversión en ciencia solo merece un adjetivo: irrisoria. Y es que el libro amarillo sobre los Presupuestos dice explícitamente que «las políticas de investigación, desarrollo e innovación civil se consideran prioritarias».

Para ser un tema primordial, el aumento del 0,1% de la inversión que recibe el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (pasa de 602,37 a 602,97 millones de euros) es cuanto menos sonrojante. Pero aún hay más. La tan prometida Agencia Estatal de Investigación, que iba a funcionar como su homólogo comunitario, el European Research Council, no tiene asignada ninguna partida en el actual Proyecto de Ley. Parece ser que la entidad que iba a capitanear la ciencia española se encuentra en la misma situación que Alfonso Armada en el 23-F: «Ni está, ni se la espera».

Comparando el aumento de la inversión en investigación civil, estimado en un 1,3%, con el incremento en I+D militar (39,5%), se me ocurre pensar que el capítulo introductorio a los PGE 2014 es en realidad una broma de mal gusto.

No solo no apostamos por la investigación civil. Es que la mayor parte de su presupuesto específico se destina a créditos y presupuestos (3.383 millones de euros), frente a las subvenciones (2.250 millones de euros). Llama la atención porque en la mayoría de ocasiones, la primera partida no puede ser ejecutada, y por tanto, no se gasta. ¿Se imagina a un catedrático de Universidad o a un jefe de grupo del CSIC pidiendo un crédito para pagar a sus becarios?

La coletilla a los Presupuestos la pone, por descontado, el capítulo destinado a la innovación. Aquí ya no solo no crecemos, sino que recortamos. Y es que la partida presupuestaria dedicada a la Oficina Española de Patentes y Marcas merma en un 0,5%. ¿De verdad apostamos por la I+D+i como motor de nuestra economía?

Ante estos datos, resulta frustrante pensar que alguna vez saldremos de la crisis. No hablo de la crisis financiera que nos golpea desde 2008, sino de la crisis de ideas. Aquellas que nos faltan para apostar realmente por un país productivo, competitivo e innovador, capaz de liderar los avances científicos y tecnológicos, y de generar y transferir conocimiento. La tímida apuesta por la investigación se queda ahora, a la luz de estos Presupuestos, en agua de borrajas.

Y es que a los recortes, estimados por la Confederación Española de Sociedades Científicas (Cosce) en un 40% desde 2009, se suman bochornosas situaciones, como que aún no se haya convocado el Plan Estatal de Ciencia, Tecnología e Innovación, columna vertebral de la financiación de decenas de grupos de investigación españoles. Este programa, que lleva sin ser anunciado desde 2011, es crucial para que la ciencia en España deje de estar en la UVI. Si no se convoca este año, un tercio de los investigadores no podrá seguir trabajando en 2014 por falta de fondos.

No podemos olvidarnos en esta triste retahíla de la pérdida acelerada de capital humano, con los parones y retrasos en las convocatorias para jóvenes investigadores o en los tijeretazos que han sufrido programas de recuperación de cerebros en el exilio, como la convocatoria Ramón y Cajal.

Ojalá tomáramos ejemplo de Alemania, país que desde 2005 ha aumentado en 5.000 millones de euros su inversión en ciencia. O que pensáramos en imitar a Japón, pero no en el sentido olímpico, sino en el que le permite al país nipón destinar un 3,7% de su producto interior bruto a I+D. Actualmente España destina un 1,39% de su PIB, un porcentaje muy alejado del 3% que nos exige la Unión Europea para dentro de siete años, según el programa marco Horizon2020.

Todos estos datos nos hacen pensar que a nuestra breve lista de Premios Nobel en investigación (Santiago Ramón y Cajal en 1906, y Severo Ochoa en 1959) no se unirán más nombres en los próximos años. Vivimos en un Estado donde la economía sigue y seguirá basada en el ladrillo y la sombrilla. Y es que lamentablemente, España no es país para científicos.

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