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caballero
León

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Los parlamentarios son para las ocasiones, como los paraguas en verano, los tangas de leopardo en las despedidas de soltero o las pelucas rubias en las fiestas de los pueblos. Un recurso común que busca escaparate cuando se atisba el espectáculo, pero que desaparece cuando vienen curvas y todo el mundo gravita alrededor del botón del pánico. Una pandilla divertida de leoneses que hacen vida durante dos o tres días por semana en Madrid, como si estuvieran de Rodríguez, y a la que se recurre sin motivo ni resultado para saber cómo va el desmantelamiento del carbón, qué pasa con los incumplimientos del AVE, cómo va a cocinar el Gobierno la supresión de las juntas vecinales o cuál es el epígrafe de los presupuestos en el que se incluyen las inversiones para la provincia. Personajes con alma de tertulianos del Sálvame que aparecen cuando menos se les espera para reclamar su cuota de protagonismo, como ha sucedido esta semana con el problema de los dos montañeses que esperan en Sierra Leona con sus camiones retenidos. Una misión a la que, sin esperar casi llamada, se apuntaron raudos los populares Alfredo Prada y Luis Aznar como salvadores, antes de que su compañera Arancha Miguélez, más prudente, terciara para pedir cautela.

La excusa vuelve a demostrar la necesidad de foco de Aznar el chico cuando atisba tajada. Un político vocacional que, en un juego de Scrabble, empezó con la UCD, se hizo CDS y terminó por desembocar en el PP para entregarle los restos del naufragio al otro Aznar. Una carta de méritos que le ha metido por la puerta grande de todos los despachos en los que se ha despachado algo en el último cuarto de siglo en León: ahora un pacto cívico; luego una delegación de la Junta desde la que urdir intrigas para poner y quitar alcaldes, regentes del Palacio de los Guzmanes y presidentes del partido; después una dirección de la Agencia de Protección Civil para que desde Valladolid mandaran las ambulancias a Matallana de Torío cuando se pedían para la estación de Feve; y, por fin, un lugar en el Senado para cumplir con las tareas que desempeñaba Fraga.

El puesto desde el que, tras dos años de ese segundo plano en el que tan bien se mueve, vuelve a levantar la cabeza. Quizá sólo sea que viene el invierno y quiere que se acuerden los que mandan de que, como antes, va a necesitar que las máquinas le quiten la nieve de la puerta del garaje en Sariegos mientras en el resto de la hilera de chalets se pone a espalar.

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