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León

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Vino la veda sin avisar y te pilló con la moruquera de madera abierta, los anzuelos mordidos en el bolso del chaleco y una mosca por hacer. Una de esas con el cuerpo negro y la pluma blanca de La Cándana que tanto te gustaban; una de las miles de moscas que montaste, con las que enseñoreabas el sedal, mientras entretenías el compás de la muñeca en hacer garabitos para que se posara justo donde habías visto el reflejo irisado de la trucha. Mira, chato, cómo se riza justo ahí, a la sombra de la salguera, junto a las ocas; pesará por lo menos entre kilo y 850 gramos, kilo y 900.

Y te metiste en el río sin dar recado para que fuéramos por el pan, que a Bernardo Alonso nadie le dijo nada de que no se pudiera ir a pescar al sereno. Y nos quedamos con la mesa puesta, las truchas en escabeche ahogadas en la cazuela de barro, las arquetas de los manzanos y los perales todavía pinadas sobre los caños, los palos de las judías sin recoger, los tenedores sin afilar, el ruido del parte de fondo y la previsión para mañana al caer. Chissss, Juli, el tiempo.

Se fue el Pesca con las botas altas dobladas por encima de las rodillas y la caña atenta para ver por dónde andan Berto, Pachín, Ángel el cura o Paco, ahora que el cabecero del pantano ya hace meses que pasó de la desembocadura del río de Abelgas. Te marchaste a buscar una tablada en la que tirar el anzuelo, mientras Julia hacía la comida, te dejaba las pastillas colocadas, y te hacía rabiar porque no callabas.

Pero tú volvías a la vez que fuiste campeón de España de pesca en el mar; al invierno áquel en el que el abuelo se empeñó en que fueras a por tres perdices que encamaban por encima de la Cueva del Moro, sólo te quedaban cuatro cartuchos y te sobró uno; a la tarde en la que, con apenas ocho años, saliste con tu padre por encima del Fielato, te pidió que sujetaras la escopeta, salió una liebre y la mataste.

A la historia de un hombre bueno que tuvo que tirarle varadas a la vida desde bien pequeño para que no le llevara la corriente. ¿Podré ir a pescar el próximo año?, preguntaste a final de verano. Sea pues, Nardo, vuelve al río, que el guarda sabe que llevas la cesta llena y la licencia en orden.

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