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Publicado por
CÉSAR GAVELA
León

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Coleccioné cromos de futbolistas hasta una edad inverosímil. No la voy a concretar. Pero diré que iba al quiosco y que decía allí, bajo la mirada irónica del vendedor, que quería unos cromos de fútbol que no sabía bien cómo eran. Luego, muy nervioso, añadía que me los había encargado mi hermano David. Que entonces era un niño de cuatro años, con lo que era raro que ya tuviera esa afición.

Grandes vergüenzas pasé comprando esos cromos, aunque ahora me consuelo pensando en que muchos ejecutivos treintañeros y aún más mayores, se pasan largas horas jugando a la guerra con unos programas de ordenador muy sofisticados. O al fútbol electrónico. Lo mío era más artesano y sentimental.

Uno de los clubs más curiosos de entonces era el Castellón. Por su inusual camiseta albinegra y porque era el equipo de una ciudad que entonces tenia poco más de cincuenta mil habitantes. El Castellón era, con el Pontevedra, un misterio del balompié. Dos clubs de ciudades pequeñas que recibían en sus estadios —Pasarón y Castalia— al Real Madrid o al Barcelona. Y algunas veces hasta les ganaban y todo.

En los cromos del Castellón había un chico con el pelo largo y bigote. Se llamaba Vicente del Bosque. Pero como jugaba en un club modesto y tenía aspecto también modesto creí que sería un futbolista de tantos, de los que nunca destacan. Ignoraba entonces que pertenecía al Real Madrid y que jugaba cedido junto al Mediterráneo. Donde era compañero de un futbolista muy querido en Ponferrada: Isauro. Leonés de la montaña minera, hábil delantero de la Deportiva que fue fichado por el Castellón.

Al año siguiente Del Bosque volvió al Real Madrid y ya cambió por completo la perspectiva. Pero para mí, siempre ha sido aquel flaco vestido con rayas blancas y negras, con pinta de cantante «ye-yé» que jugaba en el humilde campo de Castalia. Que tiene detrás de uno de sus fondos una torre muy delgada, como el cuello de una jirafa.

Los cromos del Castellón y de los demás equipos los perdí hace mucho. Y en tan silenciosa catástrofe desapareció la cartulina de Del Bosque y la de tantos otros jugadores del Castellón. Y del Pontevedra y demás equipos. Algunas veces aún me acuerdo del álbum con añoranza.

Más de cuarenta años después, aquel Del Bosque primitivo y fundacional, ha vuelto al Bierzo. Pero lo ha hecho a lo grande, marqués y campeón del mundo nada menos, algo que tantos nunca pensamos que pasara. Pero que pasó.

Del Bosque es el principal artífice de esa alegría. Y ha venido para inaugurar unos campos de fútbol que llevan su nombre. Él es una persona sencilla, cabal y ejemplar. Y es de Salamanca, del viejo reino de León. Por ello está doblemente en casa cuando viene al Bierzo.

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