PANORAMA
Espejismos 2014
Según la teoría clásica los ciclos económicos duran siete años. Como las siete plagas de Egipto, como los siete pecados capitales, como los siete días de la semana que Dios tardó en crear el mundo. Es el cuarto número primo anterior al once. Y también enumera la vidas de los gatos o los sabios de Grecia y las virtudes cardinales. El siete es el signo cabalístico de la luz o el arcano del Tarot que representa el Carro del Sol (el Triunfo). Sumados los números que componen el próximo 2014 el resultado es siete: los años desde que se inició la crisis si damos por bueno que en 2008, a pesar de la resistencia de algunos a reconocerlo ya estaba extendido el tumor. Y resulta que a medida que nos acercamos a 2014 parece que los buitres ya no planean sobre la piel del toro nacional esperando a devorar los restos de su pasado esplendor sino que se alejan a medida que baja la prima de riesgo. Igual resulta que los buenos augurios que desde el Gobierno se empeñan en lanzar como signos macroeconómicos que anuncian el fin de la recesión, están escritos en la bóveda astral de nuestro destino. Pero yo, en principio, no me creo nada. Ni los ciclos, ni los augurios, ni la conjunción cósmica. Y menos en la palabra interesada de los que manejan las tablas, los cuadros y hacen el inventario
Siempre se ha dicho que una estadística puede acabar diciendo lo que quieres si la torturas lo suficiente. En una semanas se cumplirán siete años de que este país ignoraba con irresponsable espíritu de cigarra pronósticos de nubes negras que venían del otro lado del Atlántico como las subprimes o del centro de Europa como el atasco del Estado de Bienestar germano. Porque nadie quería renunciar a su particular cuento de la lechera. ¡Chin, pon¡. Ahora los años de penuria, la durísima realidad de este crac del 29 a escala planetaria, y sobre todo doméstica, nos ha hecho tan escépticos que tampoco queremos ver ni las inversiones de Bill Gates en FCC, ni el incremento de una décima del PIB, ni algunos miles de contratos precarios en el mercado laboral o el imparable crecimiento de las exportaciones
Pero hay un horizonte para el año que está a punto de estrenarse. Y que dentro de unos años podamos recordar aquel verano de 2014 cuando el hijo empezó a trabajar, cuando nos desapareció el nudo del estómago y la palabra desahucio perdió su sombra de suicidio. No lo podemos decir en alto porque todos somos ateos de la recuperación pero en nuestro fuero interno late la esperanza de estar llegando a la playa o al oasis. Esperemos que no sea un espejismo.