La opinión del lector
Dolor por amigos mineros
Tendría que ocurrir una nueva tragedia para convencernos del trabajo arriesgado en la mina. De nuevo un mazazo con seis víctimas, una de ellas Manuel Moure de Ciñera, donde tuve la dicha de convivir con esa esforzada gente muchos años y palpar un poco el trabajo duro y expuesto de la mina.
Hace poco me solidarizaba con sus reivindicaciones laborales; hoy de nuevo para solidarizarme con ellos en el dolor.
Para sus desconsoladas esposas, hijos y familias mi más cariñosa condolencia y que la vida no vuelva a ponerse ni a ponernos de luto.
Se despide de los suyos como si fuera a la guerra
La jornada del minero no tiene día ni noche,/ solo la oscuridad e incertidumbre imperan…/ La tierra manda, el patrón espera, el minero sueña…/ Se adentra entre sus fauces invadiendo su letargo,/ con miedo, humedad y recelo por si despierta…/ Ruidos desconocidos, cuando la tierra bosteza, / que solo atenúa el pánico, el olor a madera vieja./ Se carece de perspectiva, la noche es eterna,/ Solo la luz que portan como chivato que alerta,/ les da un poco esperanza a sus indecisos pasos,/ hasta llegar a la vena o también llamada veta…/ de la que surge a borbotones la sangre negra…/ que tanto sudor provoca hasta que la jornada cesa./ La tierra permuta con el hombre a cambio de su riqueza;/ Para ella es un juego, para el minero, muerte o quiebra./ Ellos no son relevantes, no tienen pedigree de estrellas…/ Por querer comer todos los días simplemente se la juegan…/ Son héroes de verdad para los que respetan la tierra…
Mineros, esos privilegiados con zapatos de tacón
Estamos hartos de poner los muertos. Los mineros, otra vez, han sido «primera línea de sangre y primera línea de valor». El día 28, como a las dos de la tarde, el tópico de las manecillas del reloj paradas, dejó de ser un eufemismo hermoso y pasó a ser una cruel, y dolorísima, realidad. Seis corazones parados, seis vidas truncadas, seis familias rotas. Miles de corazones latiendo, todos a una, «su cólera por los aires». El lunes, a eso de las dos de la tarde, los mineros volvieron a demostrar que el combustible que hace que la mina funcione es, como siempre ha sido, su solidaridad interna e infinita. Por si alguien dudaba, que alguien dudó, de su profesionalidad (y de su hombría), los mismos que siempre han estado en primera línea de barricada se pusieron en esa primera línea de sangre. Suena a poesía rimbombante ¿verdad?, pero es real. Una poesía real, tan real como necesaria. Dando ejemplo, los mineros vivos lucharon, apostaron y entregaron su vida, por rescatar a sus compañeros atrapados.
Yo, que soy minero de esta misma cuenca, me descubro, me quito el casco, ante los seis compañeros muertos. Y mantengo este gesto, de respeto y admiración. In memoriam de: José Luis Arias, Roberto Álvarez, Antonio Blanco, Orlando González, Manuel Moure y Carlos Pérez.